La República Dominicana vive una de sus mayores expansiones inmobiliarias. Pero mientras los proyectos crecen en altura, las calles permanecen iguales. La falta de planificación urbana amenaza con convertir el crecimiento en un caos estructural donde el progreso se mida por tapones y no por calidad de vida.
El auge que no cabe en las calles
El Gran Santo Domingo registra un crecimiento inmobiliario sin precedentes. Según la Oficina Nacional de Estadística, entre 2012 y 2024 el número de unidades habitacionales en la capital aumentó más de un 40%, mientras que la red vial apenas creció un 6%.
Esa brecha es el verdadero cuello de botella del desarrollo urbano dominicano.
Basta recorrer sectores como Piantini, Naco o Serrallés para notar el desbalance: proyectos verticales en cada esquina, pero sin nuevas vías, sin pasos a desnivel, sin estacionamientos suficientes y con aceras reducidas a un metro o menos.
El resultado es visible: mayor congestión, pérdida de horas productivas, aumento del consumo de combustible y deterioro acelerado del entorno.
Urbanismo sin infraestructura: el costo silencioso del desorden
El desarrollo inmobiliario debería ir acompañado de una inversión proporcional en infraestructura pública: calles, drenaje pluvial, pasos a desnivel, sistemas eléctricos soterrados y transporte colectivo. Pero en la práctica, eso casi nunca ocurre.
Según un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), por cada dólar que no se invierte en planificación urbana, los gobiernos terminan gastando hasta cinco en reparar sus consecuencias.
La República Dominicana ya paga ese precio. Cada año, el Estado invierte millones en “corregir” lo que una planificación adecuada pudo evitar: calles improvisadas, drenajes insuficientes, calles recién asfaltadas que se rompen a los pocos meses para instalar tuberías o cables.
Mientras tanto, la movilidad urbana se ha convertido en una de las principales quejas ciudadanas.
El parque vehicular dominicano crece a un ritmo de más de 150,000 unidades por año, pero la red de calles no se expande al mismo paso.
Más torres, menos ciudad
El problema no es construir, sino construir sin visión de ciudad.
El desarrollo vertical es una tendencia natural en las urbes modernas, pero debe planificarse con un marco regulatorio que contemple movilidad, conectividad, servicios y sostenibilidad.
El Distrito Nacional fue diseñado para una densidad de población mucho menor a la que hoy soporta. Zonas que originalmente eran residenciales de baja densidad hoy concentran decenas de torres de quince o más pisos, sin que se hayan ampliado las vías ni implementado soluciones como estacionamientos subterráneos públicos, ciclovías o espacios peatonales amplios.
Sin planificación, el progreso se vuelve su propia trampa: la torre que hoy simboliza desarrollo mañana se convierte en un punto más del colapso urbano.
Infraestructura: la base invisible del progreso
El crecimiento urbano necesita algo más que permisos de construcción.
Necesita infraestructura pública moderna y bien pensada: pasos a desnivel, elevados, túneles, avenidas interconectadas, sistemas de transporte masivo eficientes y un drenaje pluvial resiliente.
Santo Domingo cuenta hoy con apenas 11 pasos a desnivel y túneles operativos, mientras ciudades de tamaño similar en América Latina, como Panamá o Medellín, superan los 25.
Esa diferencia se traduce en productividad, movilidad y calidad de vida.
El país necesita un plan integral que combine desarrollo inmobiliario y planificación urbana. Las alcaldías, el Ministerio de Obras Públicas y el sector privado deben actuar juntos.
De nada sirve tener los proyectos más modernos si la gente no puede llegar a tiempo a ellos.
Construir ciudades, no solo edificios
El verdadero reto del sector construcción no está en vender más metros cuadrados, sino en construir ciudades sostenibles.
El crecimiento económico que hoy celebramos podría convertirse en un problema estructural si no se acompaña de políticas públicas claras, inversión en infraestructura y ordenamiento territorial.
Seguiremos construyendo torres, sí.
Pero si no hacemos más calles, más parques, más pasos a desnivel y más visión urbana, el futuro del desarrollo dominicano quedará atrapado —literalmente— en el mismo tapón que hoy nos impide avanzar.
“El progreso no se mide en torres levantadas, sino en ciudades que funcionan».

