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Los retrasos son parte de la compra en planos: la construcción no es magia

Acabamos de vivir una semana prácticamente inolaborable en gran parte del país. Para muchos, fue una pausa necesaria, unos días de descanso o de reajuste personal. Pero para quienes trabajamos en el sector de la construcción, esa misma semana representa mucho más: un cambio completo en la dinámica de planificación.

A los ojos del constructor, siete días de inactividad no se traducen simplemente en siete días perdidos. Son ajustes de cronogramas, entregas de materiales que deben reprogramarse, personal que debe redistribuirse y procesos técnicos que deben esperar su turno. En un proyecto de obra, una semana detenida puede equivaler a dos o tres semanas de retraso operativo, dependiendo de la etapa constructiva en la que se encuentre.

Y es aquí donde conviene recordar una verdad que muchas veces los compradores olvidan: la construcción no es magia. No hay varita que transforme los planos en paredes, ni un botón que acelere el fraguado del concreto o la instalación de una losa. Lo que sí hay es un sistema meticuloso que depende de materiales, clima, logística, permisos, inspecciones y, sobre todo, coordinación humana.

El valor del constructor organizado

En este contexto, la diferencia entre un desarrollador improvisado y un constructor profesional está en la organización y el control del cronograma. Los imprevistos no se pueden evitar —lluvias, bloqueos, feriados prolongados, falta de materiales o problemas logísticos—, pero sí se pueden prever y administrar.

Un constructor organizado sabe que cada proyecto necesita un plan de trabajo flexible, pero bien estructurado; sabe que una semana de paro no se “recupera” con presión, sino con reajuste técnico, redistribución del personal y disciplina administrativa.

Según datos del Colegio Dominicano de Ingenieros, Arquitectos y Agrimensores (CODIA), más del 68% de las obras residenciales y comerciales en el país experimentan algún tipo de retraso. Las principales causas son las condiciones climáticas, las variaciones en la entrega de materiales, cambios de diseño o procesos de inspección. Sin embargo, los proyectos que cuentan con una planificación técnica sólida logran compensar la mayoría de estos retrasos en un margen promedio de 30 a 45 días, sin afectar la calidad ni el resultado final.

Esa capacidad de adaptación y control no es debilidad, es robustez. Representa el compromiso del desarrollador de hacer las cosas bien, aunque eso implique tomarse un poco más de tiempo.

La construcción no es magia: es método, precisión y compromiso

Comprar en planos es una decisión inteligente, pero también una experiencia que requiere comprensión. Quien adquiere un proyecto en planos no está comprando un producto terminado, sino participando del proceso de creación. Es una apuesta al futuro, a la plusvalía y al crecimiento, pero también a los tiempos naturales de la construcción.

Cada detalle, desde el vaciado de una zapata hasta la instalación de los acabados, responde a etapas técnicas que no se pueden acelerar sin consecuencias. En construcción, lo que se hace rápido suele hacerse dos veces.

Los retrasos —cuando ocurren dentro de márgenes razonables— no son sinónimo de incumplimiento, sino muchas veces síntoma de responsabilidad. Un desarrollador que decide detener una etapa porque el clima no es adecuado, porque un material no cumple con el estándar o porque una revisión técnica exige ajustes, está priorizando la calidad y la durabilidad del proyecto sobre la prisa del calendario.

Los contratiempos también construyen confianza

En el mercado inmobiliario, la confianza es tan importante como el cemento. Y la confianza se construye con comunicación y transparencia. Cuando un desarrollador explica a sus clientes las razones detrás de un ajuste o retraso, demuestra madurez profesional y respeto por su inversión.

Un cliente informado entiende que el retraso no significa abandono, sino gestión. Significa que hay un equipo detrás tomando decisiones responsables, controlando calidad y protegiendo su futuro patrimonio.

De hecho, estudios del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) sobre gestión de proyectos en Latinoamérica han señalado que las obras que priorizan la calidad y la supervisión técnica, aun con retrasos temporales, presentan menores costos de mantenimiento y reparaciones en los primeros cinco años de uso. En otras palabras, los proyectos que se hacen con calma, se disfrutan más tiempo y cuestan menos en el futuro.

El impacto del tiempo en la inversión

Comprar en planos no solo es una estrategia de ahorro, sino también una oportunidad de crecimiento financiero. Al adquirir en etapas tempranas, el comprador obtiene precios más bajos y una revalorización natural con el avance de la obra.

En República Dominicana, los proyectos que se entregan con una diferencia de tres a seis meses sobre el plazo inicial han mostrado una plusvalía promedio de entre 10% y 20% respecto al precio de preventa. Esto se debe, en parte, a que el mercado sigue evolucionando durante el período de construcción, pero también a que el desarrollador aprovecha ese tiempo para mejorar detalles constructivos o actualizar terminaciones.

Es decir, el tiempo no solo construye paredes; también construye valor.

La robustez de una obra no se mide solo en concreto

La verdadera fortaleza de un proyecto no está únicamente en la resistencia de su estructura, sino en la capacidad del constructor de gestionar lo inesperado sin perder el rumbo.

Los contratiempos no son un fallo: son una prueba. Son los momentos en que se demuestra la seriedad del desarrollador, la planificación de su equipo y la capacidad de su empresa para mantener el equilibrio entre tiempo, costo y calidad.

En un país tropical, con alta humedad, fuertes lluvias y variables económicas cambiantes, hablar de cronogramas inamovibles es una ilusión. La diferencia está en la gestión: un constructor sólido convierte los imprevistos en ajustes técnicos y los retrasos en mejoras.

La paciencia también construye

Los retrasos son parte natural de la compra en planos. No porque falte organización, sino porque la construcción es un proceso vivo, técnico y humano.

El comprador que comprende esto no solo invierte en ladrillos, sino también en un proyecto con visión, control y compromiso.

Y el constructor que comunica, planifica y ajusta demuestra que la solidez de su obra empieza mucho antes del vaciado del primer metro cúbico de concreto.

Porque la construcción, como la confianza, se levanta con tiempo.

Y aunque llegue un poco después, una obra bien hecha siempre llega para quedarse.

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Joan Feliz
Joan Feliz
Es MBA especialista en marketing digital, gerente de operaciones de constructora Incaribe, con más de 10 años de experiencia en el sector construcción y turismo.
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