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Por Amelia Cuesta

Redacción El Inmobiliario

Eran los años 90. En la emisora La Nota Diferente sonaba la canción “Aves de paso” del cantante, compositor y poeta español Joaquín Sabina; voz que cautivó la mente y el corazón de un joven dominicano quien inmediatamente se identificó con sus letras y la forma de tratar la cotidianidad, un chico que desde temprana edad estuvo pendiente de los problemas sociales y de la importancia de vivir una vida en paz y armonía.  

Freddy de la Rosa -también conocido por su nombre artístico Freddy Sabina- fundó hace 10 años una cápsula del tiempo dedicado a aquellas personas que no solo buscan, sino que disfrutan y anhelan un buen ambiente, un espacio agradable donde conversar sobre el mundo, conocer nuevas personas, enamorarse, ser… y ese lugar es Sabina Bar, ubicado en la calle Isabel La Católica núm. 206, Ciudad Colonial.  

Freddy de la Rosa. (Fuente externa).

Inmediatamente abres sus puertas y observas su forma rectangular, de unos 80 metros cuadrados, puedes sentir cómo todos los encuentros, las memorias creadas, las historias contadas, te envuelven en una burbuja de intimidad, y te llevan a otro tiempo.   

La decoración de Sabina Bar está inspirada en un irish pub: abundante madera, que permite crear una atmosfera acogedora, las lámparas -que antes eran de gas y ahora de bombilla- cuelgan del techo iluminando tenuemente el espacio, la pared del fondo está en ladrillos (tal cual como estaba en el primer bar donde cantó Sabina, La Mandrágora, en Madrid), el resto de las paredes o «muros de la tentación», como les llama Freddy, pintadas en tonos ocres, están llenas de fotografías de Sabina y decoradas con las firmas de todos los clientes que han ido a disfrutar, souvenirs de los países que De la Rosa ha visitado, su colección de CD, cuadros, pinturas y fotografías de artistas locales como José Cestero y Luis Días, El Terror.   

Un bar para la buena música. (El Inmobiliario/Fidel Pérez).

De la Rosa siempre ha optado por apoyar el talento local, desde la pintura y fotografía hasta la música y por ello, uno o dos días a la semana se presentan “probadores”, artistas emergentes que tocan para disfrute del público. Ha prestado su espacio para eventos, charlas sobre la salud mental, negocios, incluso bodas con la única condición de que las puertas se mantengan abiertas para aquellos clientes que quieran pasar por uno de sus famosos mojitos o un gin tonic.   

Un lugar perfecto para ir cuando quieras algo tranquilo, sin luces estridentes ni música alta. Un espacio donde compartir, escuchar música con contenido, mensajes sociales, alternativas de lo cotidiano… Un bar familiar donde todo aquel que entra por primera vez, vuelve.