Espanto, horror, tristeza, pena, desesperanza, rabia, indignación, miedo…los calificativos sobran de las emociones y sentimientos que afloran cada vez que leemos un nuevo titular del voluminoso expediente, dado a conocer por el Ministerio Público, donde se acusa al exprocurador general de la República, Jean Alain Rodríguez, de encabezar la más grande red mafiosa que haya vivido el país, la Medusa.
Nuevamente el país ha sido sacudido con el conocimiento del gigantesco caso, cuya investigación arrojó 12,200 páginas con relatos que han dejado atónicos a dominicanos y dominicanas ante los “escalofriantes” detalles narrados por involucrados en la cadena delictiva, pormenores salidos a relucir tras la investigación realizada por la Procuraduría Especializada de Persecución de la Corrupción Administrativa (Pepca).
Desde hace siglos el país ha escuchado los “ruidos de la corrupción”, pero eran meras sospechas que en la mayoría de los casos el viento soplaba y se llevaba. Los colores partidarios se ocupaban de opacar y disolver las denuncias, mientras las autoridades de turno hacían caso omiso. En esta ocasión sobran las razones, para entender las causas de la inoperancia judicial, pues los llamados a establecer los controles, eran los protagonistas del guión.
Pastoras que distribuían alimentos descompuestos, sobornos a granel, colecciones de apartamentos y villas, licitaciones arregladas, contrataciones ficticias para cobrar % del salario, sobrevaluaciones, angurria desmedida, cuentas falsas para espiar y desacreditar periodistas, campañas políticas pagadas a puro sobornos y un espeluznante rosario de relatos inimaginables, están contenidos en el que hasta ahora se considera el más grande expediente de corrupción llevado a cabo en la República Dominicana.
“Esta es nuestra acusación más grande. Tiene un volumen de doce mil doscientas páginas y dentro de estas, más de tres mil quinientas pruebas y entre las pruebas más de cuatrocientos testigos”, precisó Wilson Camacho, titular de la Pepca, cuando ofreció detalles del expediente.
Constructoras, ingenieros, arquitectos, cementeras, agencias de viaje, artistas, influencers, periodistas, la lista es larga y escandalosa; en el expediente figuran 41 personas y 22 empresas; el Ministerio Público estima se habrían pagado mil millones en sobornos, mientras las necesidades más básicas del país como la salud y la educación duermen el sueño eterno, esperando dolientes para su mejora.
Leyendo y viendo los escándalos de las astronómicas cifras robadas al erario, me he preguntado en más de una ocasión, cómo hemos sobrevivido como país?. No cabe dudas de que contamos con una nación con riquezas incalculables, pues si ante tanta distracción y sustracción evidenciada en los diversos expedientes procesados en la presente gestión de la Procuraduría General de la República, seguimos de pie es porque definitivamente, además de la protección del altísimo, tenemos grandes reservas.
Entristece que el Plan de Humanización de la Nueva Victoria, ideado para adecentar y descongestionar una de las principales y más habitadas cárceles del país, nada tuviera que ver con humanizar. Los detalles del expediente presentado por el Ministerio Público evidencian que solo se convirtió y se creó, porque resultó un apetecible pastel para engrosar bolsillos de poderosos emporios y un conveniente proyecto que el exprocurador manejó a su antojo para negociar y sumar números a sus cuentas bancarias y la de su red de cómplices.
Apellidos “intocables”vistos por primera vez en las páginas de los diarios, nos llenan, sin embargo, de esperanzas ante el trabajo que realiza la Procuraduría General de la República, Mirian German y su equipo liderado por Wilson Camacho y Yenny Berenice, un Ministerio Público al que muchos encumbrados rechazarán y querrán sacar del mapa, ante tanto “atrevimiento”.
Nos resta esperar que las pruebas sean avaladas por los jueces, que cumplan cabalmente con la responsabilidad que la ley le obliga. Mi mayor deseo es que los corruptos, sin importar apellidos ni cargos, los tranquen y voten las llaves.