Por Melchor Alcántara
Por definición la inflación es el proceso económico provocado por el desequilibrio existente entre la producción y la demanda. Esto causa una subida continua de los precios de la mayor parte de los productos y servicios y una pérdida del valor del dinero para poder adquirirlos o hacer uso de ellos, lo cual queda reflejado en un índice cuya medición constituye uno de los datos más importantes para las economías nacionales. Este proceso se caracteriza por una demanda de bienes y servicios que desborda la capacidad de producir los mismos en un mercado determinado.
Es de todos conocidos que estamos inmersos en un proceso inflacionario desde finales del 2021. Muchos foros han debatido causas, consecuencias y posibles medidas paliatorias. En cuanto a este último aspecto los bancos centrales de múltiples naciones (y el nuestro no ha sido la excepción) han iniciado el proceso de combate a la inflación a través de su principal herramienta para estos casos: El aumento de las tasas de interés como forma de restricción del circulante o masa monetaria.
Dicho esto, hoy quiero enfocarme en esas medidas y cuáles han sido las mejores prácticas a nivel internacional en este movedizo escenario que busca nivelar la oferta con la demanda de una economía pero que en no pocas ocasiones, buscando el remedio, ha generado desastrosos procesos recesivos que en el análisis final nos hacen temer que la medicina pueda producir peores efectos que la enfermedad.
Hasta que punto frenar la masa monetaria es positivo? Qué sector de la demanda debemos frenar? Cuales productos son indispensables producir dinámicamente para mantener un equilibrio macroeconómico saludable dentro de este proceso de desaceleración? Qué resulta mejor, bajar la demanda o subir la oferta?
Pudiéramos iniciar nuestro viaje a partir de las otroras revolucionarias ideas del economista John Maynard Keynes. Este enmarcó el fenómeno inflacionario dentro de un modelo triangular basado en tres pilares:
- El incremento de la demanda: Esto sucede cuando la demanda agregada, es decir, la sumatoria del gasto público, de las inversiones privadas, del gasto del consumidor y de la diferencia entre exportaciones e importaciones; supera a la oferta disponible en el mercado y ocasiona una fuerte subida de los precios. Esta situación podría deberse al veloz incremento de la oferta monetaria, a una mayor confianza por parte de los consumidores, o bien a una caída del tipo de cambio legal en curso. Siendo el incremento de la oferta monetaria unido a la confianza del consumidor las causas inflacionarias primordiales actualmente en la República Dominicana
- El aumento de los costes de producción: en este caso, la inflación deviene del alza de los precios con que los empresarios ofrecen su producción en respuesta, a su vez, al incremento de sus costes; esto, con el objeto de transferir el mismo a los consumidores. Actualmente los precios de los combustibles y del transporte han generado mundialmente incrementos en los costes de producción debido a que en el modelo neoliberal actual todos los productos contienen componentes importados.
- La inflación estructural: cuando se habla de esta clase de inflación es porque ya se ha entrado, por cualquiera de sus causas, en una viciosa espiral inflacionaria caracterizada por una subida indiscriminada de los precios de la cual, en adelante, resultará muy difícil desligarse.
Bajo esta teoría es que la mayoría de las economías liberales o neoliberales, intentan controlar o modelar el comportamiento de la inflación. Sostiene keynes que, si lo que se desea es luchar contra la inflación, lo único que se puede hacer, según los instrumentos de que se dispone, es subir los impuestos y reducir el gasto público. Es lo que se conoce como política fiscal restrictiva. En términos financieros, de igual forma, una subida de tasas restringe significativamente el circulante provocando una baja en la demanda lo cual frena la escalada de precios.
Transitando el Departamento de Economía de la escuela de Chicago, liderada en su segunda etapa académica de mediados del siglo pasado por Milton Friedman, quizás una mirada al pasado reciente que aún pudiera ser para nosotros el futuro, notamos una evolución significativa en la evolución del concepto inflación cuando analizamos las tres últimas de sus diez famosas proposiciones, a saber:
1- Se deduce que “la inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario” en el sentido de que es y solo puede ser producida por un aumento más rápido de la cantidad de dinero que de la producción.
2- El gasto gubernamental puede o no ser inflacionario. Lo será en la medida en que sea financiado con la creación de dinero, es decir, imprimiendo moneda o creando depósitos bancarios. De otra forma, no tendrá relación.
3- Los cambios en la cantidad de dinero afectan las tasas de interés en una dirección al principio, pero más tarde en la dirección opuesta. El crecimiento monetario más rápido al principio tiende a bajar las tasas de interés. Pero más tarde, a medida que aumenta el gasto y estimula la subida inflacionaria de precios, también produce un aumento en la demanda de préstamos, lo que tenderá a aumentar las tasas de interés. Esa es la razón por la cual a nivel mundial las tasas de interés son más bajas en los países que han tenido la tasa de crecimiento más lenta en la cantidad de dinero (países como Suiza y Alemania).
Friedman se pregunta por qué las autoridades monetarias incurren en estos excesos monetarios. En el momento actual estamos quizás frente al primer proceso de inflación inducido, debido a las medidas de incremento de la masa monetaria propuestas por influyentes economistas a partir de la pandemia. En efecto, tras dos años de auge económico, hoy estamos en el ojo del proceso consecuente con dicho incremento de masa monetaria.
Pasando ahora al remedio, Friedman acierta en señalar que “la única forma de acabar con la inflación estriba en no permitir que el gasto público crezca tan rápidamente”. Y es que generalmente la inflación proviene de “monetizar el déficit fiscal”. Ahí es donde el problema de la inflación deja de ser un asunto técnico, para pasar a ser un problema político.
Más recientemente esta escuela de Chicago ha sufrido una evolución crucial, aun en ebullición, que ha valido el premio Novel al profesor Robert Lucas con su teoría de las expectativas racionales, conforme a la cual los gobiernos lograban afinar la economía con políticas monetarias expansivas en tiempos de desempleo y recesión tal como ocurrió en época de pandemia; se trataba de un modelo muy sencillo que asumía que los empresarios no se darían cuenta que la inflación destruiría los aumentos nominales en los precios de sus productos ni que los trabajadores entenderían que la inflación esfumaba los aumentos de sueldos obtenidos.
Por el contrario, la teoría de expectativas racionales sostiene que los inversionistas y los trabajadores pueden ser sorprendidos temporalmente por manipulaciones políticas, pero que pronto aprenden la lección y anticipan o descuentan de antemano los cambios instrumentados por las autoridades, lo cual de hecho neutraliza o anula las políticas monetarias de los gobiernos.
La lección es que la gente, al tratar de proteger y maximizar sus intereses ante políticas gubernamentales cambiantes, no se deja engañar por las autoridades, sino que por el contrario actúa en anticipación de esas políticas oficiales.
La conclusión es que los gobiernos no consiguen nada positivo imprimiendo más billetes de los que se necesitan cuando se contrae la economía o imprimiendo menos en tiempos de crecimiento.
De las investigaciones del profesor Lucas se deduce que los bancos centrales, en lugar de estar tratando de afinar y manipular la economía o interviniendo en los mercados cambiarios, deben más bien concentrarse en alcanzar el objetivo realmente importante y decisivo a largo plazo, el de mantener precios estables, es decir, preservar el poder adquisitivo de la moneda.
De la consolidación de estas teorías emerge alguna que otra moraleja. La confrontación de la noción de la reducción de la masa monetaria versus un bajo crecimiento económico. Aunque la primera tiende a provocar la segunda, no siempre se llega a la segunda por vía de la primera. Tal como prevé el profesor Lucas, todos estábamos preparados para lo peor desde el momento que se encendió el printer de moneda para combatir la posible recesión que implicaba la etapa post-pandemia.
Como consecuencia de esto, en los momentos actuales, la única herramienta para controlar la inflación implementada por el gobierno central en su conjunto se limita al aumento de tasas de interés, política ésta de restricción financiera. No se escucha nada en relación a las restricciones de política fiscal recomendables y complementarias, tales como reducciones del gasto público y aumento de impuestos. Esto último pudiera parecer horrendo pero pienso que, en la medida que el gobierno limite su política de restricción de circulante a los sectores de consumo y permita concomitantemente atractivas tasas de interés a la estructura de producción nacional, tal como sector construcción, turismo e industrial; pudiésemos alcanzar el equilibrio de la macroeconómico ideal más que por la vía de reducción de la demanda, por la ruta del incremento sostenido de la oferta.
Esto conllevaría, como he dicho, sacrificios de índole fiscal. Ya naciones como china y los Estados Unidos, que también están poniendo restricciones al circulante a través del incremento de tasas de interés, han decidido, en medio de dicho proceso y aunque parezca paradójico, reducir las tasas de interés para préstamos destinados a la adquisición de inmuebles. Tomemos notas y actuemos.
El autor es:
Abogado, con maestría en altas finanzas, coordinador general del Observatorio Nacional de la Industria de la Construcción (ONIC).