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Entre la seducción y la alergia: la doble cara de los perfumes

SANTO DOMINGO. – A muchas personas les gusta dejar un rastro cuando pasa y escuchar el murmullo: “¡qué rico huele!”. Pero los perfumes, con todo su encanto, pueden ser traicioneros con la piel. Perfumarse es un arte travieso, que requiere de conocimientos para que la piel no se enoje.
Primero, el chisme histórico.

El perfume viene del latín per fumum, o sea, “a través del humo”. Imagina a los egipcios quemando resinas para hablar con los dioses, o a los árabes destilando flores. Después llegaron los franceses con su toque chic, y ¡zas!, el mundo nunca volvió a oler igual.


Hasta Guerlain en 1889 hizo historia mezclando lo natural con lo sintético en su famoso Jicky. Y claro, imposible no mencionar El Perfume, esa novela tétrica de de Patrick Süskind en la que el pobre Grenouille perseguía la esencia humana perfecta… ¡pero a costa de todo! Mejor nos quedamos con lo bonito del perfume, ¿no?


Hablemos de lo que nos interesa: el layering, o perfumarse en capas, que es una rutina completa de mimos, belleza, autocuidado e higiene. Empiezas con un gel de ducha con un aroma suave, luego una cremita corporal (siempre de la misma familia olfativa), después una bruma ligera… y finalmente, tu perfume estrella.


El resultado: un olor que dura más, que se siente más tuyo y que no necesita que te bañes en colonia cada dos horas. Es como tener un traje invisible, pero fragante.

¿El truco? Hidratar la piel antes. Los dermatólogos lo dicen: la piel bien hidratada aguanta mejor y se irrita menos con las fragancias. Y ojo, que los perfumes no son muy inocentes que se diga, pues según especialistas, las fragancias son de las principales culpables de dermatitis de contacto, esa alergia que pone la piel roja, con picazón o hasta ronchitas.


Así que nada de agredir la piel con perfume directo después de depilarse o bajo el sol. Mejor: un poco en la ropa, el cabello, detrás de las orejas o en el pliegue del codo.


Y si un perfume nuevo te tienta, haz la “prueba del codo”: unas gotitas, esperas 24 horas y ves si la piel protesta. Porque de nada sirve oler a jazmines, pachulí, ámbar o magnolias, si terminas rascándote en los muros. Si te sucede, llama o visita al especialista en dermatología.


En resumen, perfumarse en capas es un arte, un juego sensual y divertido, pero también un acto de cuidado. Que el perfume sea placer, no castigo. Así que ya sabes: hidrata, juega con capas, elige fragancias que se hablen bonito entre sí… y disfruta cada vez que alguien te diga: “¡Qué delicioso hueles!”

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Solangel Valdez
Solangel Valdez
Periodista, fotógrafa y relacionista. Aspirante a escritora, leedora, cocinadora y andariega.
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