“Me gusta trabajar más en la calle, el dinero es más fácil de ganar, además yo trabajo los siete días de la semana, sin horario. No le paro a días de fiesta, tengo clientes que no doy abasto”.
SANTIAGO.- Nada le enorgullece más que sus dos hijas Loeli y Lisbeth, dos profesionales cuyos estudios subvencionó a puro trabajo. Se emociona hablando de su abogada y su médica y no pasa un solo día sin que ese tema salga a relucir en sus conversaciones, porque ellas son fruto de los sacrificios de un buen padre que luchó contra viento y marea para educar sus dos retoños.
José Alberto Lantigua Estrella, mejor conocido como Alberto o cariñosamente “Beito”, como le decimos en cibaeño, bien podría llamársele el hombre oficio, pues pocas veces se le ve sentado reposando, pues a su alrededor siempre identifica algún quehacer que pueda desempeñar o algo que reparar.
Este hombre llano y conversador es oriundo de Canabacoa, un distrito municipal de Santiago, aunque desde los trece años se trasladó al municipio cabecera, donde aún reside y ha creado una base de clientes numerosos, a los que les trabaja regularmente en múltiples labores, pues cuando de trabajo honesto se trata, no hay límites para él.

Desde pintura, jardinería, plomería, electricidad, limpieza profunda de casas, no se preocupe que si además a usted le falla su apoyo doméstico y él se encuentra cerca la sacará de apuros como un buen chef, pues en la escuela de la vida, la que le ha tocado cursar, Alberto se ha graduado en el ejercicio de supervivencia, esa que no ofrece alternativas, más que aprenderla y echar hacia adelante.
En Villa Olga, Cerro Alto, Los Jardines, Buena Vista y otros sectores de Santiago, si pregunta por Alberto, mucha gente lo conocerá por su trabajo responsable, su honestidad y su laboriosidad. Aunque no se preocupe, sin importar ubicación geográfica, este soldado no conoce fronteras. Tiene clientes en Navarrete, Tamboril, Licey al Medio, Santo Domingo, Dajabón, donde hay trabajo legal allá se traslada. “Voy donde me llamen”, comenta.
Su ardua carrera multifacética la inició a los 25 años, pero previo había trabajado en tres empresas como operador de máquina, equipador de camiones y sastre. Cuenta el buen Beito que decidió emprender su camino independiente porque trabajar en compañía es más complicado.

“Me gusta trabajar más en la calle, el dinero es más fácil de ganar, además yo trabajo los siete días de la semana, sin horario. No le paro a días de fiesta, tengo clientes que no doy abasto”.
En sus largos años como trabajador informal Alberto ha cultivado una clientela de mujeres adultas, que demandan sus servicios, incluso dice que posee un grupo de señoras como él les llama, que viven en el extranjero y una semana antes de venir al país lo contactan para programar trabajos en sus viviendas. Es el «hombre solución» de mi hermana Magda y la familia.
“Trabajo también en un laboratorio dental dando servicios a los aires acondicionado, a los ductos y a la organización del parqueo, hago de todo un poco pinto cuando hace falta”. Su tarifa de limpieza de casas va desde mil quinientos, dos mil, dependiendo de la complejidad y tamaño de la vivienda, en los temas de electricidad, jardinería, plomería, pintura, los precios varían, según el caso.
De sus princesas de 25 y 27 años, cuenta que son profesionales a través de sus bolsillos. “Yo luché bastante para echarlas hacia adelante desde que nacieron me ocupé. La abogada ya está casada y reside en Estados Unidos, junto a su esposo, la médico reside con su mamá.
“A mi me busca tanta gente porque soy tranquilo, respetuoso, responsable en los trabajos. No trabajo caro y la gente me toma en cuenta por eso. Respeto a la gente mayor, le ayudo a cualquiera en la calle a cruzarla si veo una persona que no puede”.
Hombre noble, sin problemas, dispuesto siempre a buscarle la vuelta a los problemas caseros, sin mala cara ni objeciones, sencillo y de variadas anécdotas, así es Alberto, un ser humano querido en nuestra familia, un servidor que asumió la vida como le tocó sin quejas sobre la suerte. Por cierto, si se desaparece misteriosamente en medio de un trabajo, no pregunte, anda jugando una quinielita.