Oscilar con intención: la habilidad silenciosa que todo líder necesita.
No basta con trabajar mucho. Tampoco con pensar bien. El verdadero reto está en saber desde dónde debes operar cada día.
A veces toca bajar al terreno, resolver, corregir detalles que no deberían depender de ti, pero dependen. Otras veces toca desconectarte del ruido, ver el tablero completo y tomar decisiones sin contaminarte con la urgencia.
El problema aparece cuando el líder no sabe alternar. Cuando pasa todo el mes apagando fuegos sin detenerse a pensar. O cuando se queda en lo estratégico y pierde conexión con lo que está pasando realmente.
Lo que termina agotando no es el volumen de trabajo. Es la falta de oscilación consciente: saber cuándo hacer foco profundo y cuándo elevarte a visión panorámica. Y hacerlo con intención, no por inercia.
McKinsey & Company lo define como una práctica crítica en contextos de alta presión: los líderes más eficaces son los que diseñan su semana para moverse entre niveles de decisión. No improvisan el enfoque. Lo estructuran.
Porque cuando no estructuras tu energía mental, el entorno la fragmenta. Y no hay claridad sin enfoque. No hay dirección sin distancia. No hay liderazgo si no sabes cuándo observar de cerca y cuándo dejar de mirar para ver mejor.
Lo importante no es estar en todo. Es saber dónde estás pensando hoy, y por qué. Oscilar no es debilidad.



