SANTO DOMINGO, R. D.- La República Dominicana se encuentra en la ruta natural de la marea de sargazo que viene al caribe desde el Atlántico, cubriendo playas, contaminando ecosistemas y golpeando el turismo. Y, a pesar de la magnitud de la crisis en 2025, la innovación y la colaboración abren nuevas oportunidades para la transformación de la amenaza en materia prima para bioproductos, fertilizantes, construcción y energía limpia.
El pasado mes de junio fue el peor de este año, pues se produjo una marea con el récord de 37.5 toneladas de algas, según el boletín del 1 de julio de la Universidad del Sur de Florida (USF) y, aunque los niveles siguen altos, ya se observa una leve tendencia a la baja, lo que ofrece un respiro para las costas.
“Ha sido el peor junio desde que comenzamos el monitoreo en 2011”, afirmó el Dr. Chuanmin Hu, director del Optical Oceanography Lab de la USF, en el boletín oficial del sistema Sargassum Watch System (SaWS). “El contenido de sargazo puede disminuir levemente en los próximos meses, pero los niveles seguirán por encima del promedio histórico”.
Aunque la Asociación de Hoteles y Turismo – Asonahores- no ha publicado cifras exactas sobre pérdidas de ocupación relacionadas con el sargazo, en una entrevista de 2023 Andrés Marranzini reconoció que “cuando el volumen de sargazo es alto, las quejas de los visitantes aumentan y la experiencia se ve afectada, sobre todo entre clientes europeos y norteamericanos.”
La entidad estima que la limpieza diaria de playas representa un gasto entre US$30 mil y US$70 mil mensuales, en especial cuando deben contratar personal adicional, instalar barreras marinas o implementar recolección nocturna.
El detonante
La causa del fenómeno está directamente relacionada con el calentamiento global. Siguiendo con los reportes de la USF y otras fuentes científicas, la elevada temperatura del agua en el Atlántico tropical, agravada por un intenso ciclo del fenómeno El Niño, ha generado condiciones ideales para la proliferación del Gran Cinturón de Sargazo del Atlántico (GASB), que se extiende desde África hasta el Golfo de México.
Hay que tener en cuenta que el sargazo se alimenta del exceso de nutrientes que desembocan en el océano desde ríos como el Amazonas y el Misisipi, muchos de los cuales son el resultado de prácticas agrícolas intensivas. Esa combinación crea una tormenta perfecta que convierte al Caribe en un embudo de algas, cada año más temprano y cada vez más denso.
¿Qué está en juego?
La invasión de sargazo impacta múltiples dimensiones de la vida nacional y en lo que va de año las costas más afectadas son La Altagracia (Punta Cana, Bávaro, Uvero Alto), La Romana, Samaná y algunas zonas de Barahona y Pedernales. Todas de explotación turística.
Principales impactos:
• Turismo: La acumulación en las playas reduce la calidad del paisaje costero y provoca cancelaciones en hoteles, especialmente de turistas europeos y norteamericanos. Hoteleros estiman pérdidas de hasta 15 % en ocupación en algunas zonas durante el primer semestre del año.
• Salud pública: Malos olores a parte, la descomposición del sargazo emite sulfuro de hidrógeno, un gas que causa dolores de cabeza, náuseas e irritaciones respiratorias, especialmente en personas vulnerables.
• Ecosistemas marinos: La sombra que proyecta en el mar la isla flotante impide la fotosíntesis de los corales y los pastos marinos y reduce el oxígeno del agua, generando mortandad de peces.
• Pesca y medios de vida: Comunidades costeras reportan disminución de capturas por alteración de los hábitats y dificultades de navegación debido a las masas flotantes.
Ciencia para hacer magia
Universidades, comunidades costeras y empresas en República Dominicana y otros países del Caribe se han aliado con voluntad científica, inversión pública y compromiso social, para convertir un problema ambiental en una plataforma de desarrollo sostenible.
Dentro de las iniciativas que involucran al sector académico, empresarial y comunitario, que sacan provecho al sargazo, destaca SOS Carbón, fundada por el ingeniero dominicano Andrés Bisonó León en 2018, que ha recolectado más de 10 millones de libras (alrededor de 4,500 toneladas), utilizando un sistema de recolección en mar abierto conocido como LCM (Littoral Collection Module).
El alga seca se transforma en fertilizantes, bioestimulantes agrícolas y se exporta a más de diez países para su uso en cosmética, bioplásticos y otros sectores industriales.
Otra experiencia significativa es la de Fundación Grupo Punta Cana, que trabaja junto a comunidades pesqueras para recolectar el sargazo antes de que llegue a las playas, y lo procesan en compost para la agricultura sostenible. Ellos han desarrollado, en alianza con la embajada de Canadá, un modelo que incorpora a mujeres y pescadores en la cadena de valor del sargazo, aunque no se ha publicado la cifra exacta de toneladas que procesan anualmente.
AlgeaNova, una empresa operativa en Punta Cana, está desarrollando procesos para convertir sargazo en productos alimenticios, cosméticos y materiales energéticos, mientras Blue Green, con su bloque de construcción Sargablock (40 % sargazo + 60 % materia orgánica), planea abrir instalaciones productivas en República Dominicana.
Esperanza en la academia
Frente a la magnitud de la amenaza y con el objetivo de escalar soluciones e integrarlas a cadenas productivas locales, articulando ciencia, innovación y economía circular, el país responde con investigación aplicada, a través del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC), que lanzó en enero la convocatoria “Sargazo 2025”, con el objetivo de financiar soluciones científicas al problema.
La iniciativa, coordinada por la Red Interuniversitaria de Investigación sobre Sargazo (SARGARD), recibió RD$59,2 millones de fondos de la Presidencia de la República por un para seleccionar y ejecutar entre 5 y 7 proyectos de alto impacto, con un tope de RD$10 millones por propuesta.
Se presentaron 30 propuestas provenientes de 10 instituciones académicas, entre ellas PUCMM, INTEC, UFHEC, UNPHU, UNISA/ISA, UNIBE, UCATECI, UNAPEC, UASD y UTESA, que presentaron los temas:
• Sistemas de detección temprana de sargazo en mar abierto
• Desarrollo de barreras inteligentes y tecnología de recolección
• Producción de biocombustibles, fertilizantes, bioplásticos y cosméticos
• Soluciones con enfoque de economía circular y participación comunitaria
Aunque el proceso de evaluación concluyó en mayo, aún no se ha publicado la lista de proyectos ganadores, generando expectativa entre investigadores y comunidades costeras. “Hay buenas ideas sobre la mesa, pero necesitamos pasar del papel a la implementación. Como vemos, la crisis no permite retrasos”, comentó una fuente académica cercana al comité evaluador.
También desde el INTEC se ha avanzado en investigaciones aplicadas que exploran la producción de carbón activado, biopolímeros, bioestimulantes y biocombustibles a partir del sargazo. Estas investigaciones se realizan a escala piloto, y si bien aún no hay una planta de procesamiento industrial, sus ensayos han servido como base científica para los proyectos presentados en la convocatoria nacional “Sargazo 2025”.
El desafío es estructural
Frente a la persistente llegada del sargazo, el país avanza hacia soluciones sostenibles y ha comenzado a transformar esta amenaza con un enfoque integral, desde la recolección marina que realiza SOS Carbón en Punta Cana, hasta los proyectos de compostaje comunitario impulsados por la Fundación Grupo Puntacana, y las investigaciones aplicadas del INTEC para convertir el alga en bioproductos.
Aunque el reto es continuo, los esfuerzos combinan innovación, ciencia y participación local, reflejando una estrategia que reconoce que el sargazo no desaparecerá, pero sí puede ser manejado y aprovechado en beneficio del medioambiente y la economía.
Científicos y comunidades lo han asumido: el sargazo no es un fenómeno pasajero, sino un nuevo elemento estructural de la realidad climática y ambiental del Caribe y en este escenario, la clave no será solo cómo se limpian las costas, sino cómo aprender a vivir con el sargazo, mitigar sus impactos y sacarle provecho económico, científico y social.

