Una conversación que no se agota en una sola entrega.
La semana pasada inicié una reflexión incómoda, pero necesaria, sobre una práctica que el sector construcción ha normalizado con demasiada ligereza: cumplir formalidades sin garantizar una supervisión técnica real. Aquella primera entrega abordó el problema desde su expresión más visible, la facilidad con la que, en algunos casos, se revisan y firman planos en un mercado que ha venido construyendo a un ritmo acelerado durante los últimos años.
Este texto continúa esa conversación. No para repetir el diagnóstico, sino para ampliarlo. Porque en el contexto actual del mercado inmobiliario dominicano, la supervisión dejó de ser únicamente un asunto técnico. Hoy es, cada vez más, un factor comercial, reputacional y financiero que puede marcar la diferencia entre un proyecto sostenible y uno vulnerable.
Un mercado que se desacelera cambia las reglas del juego
En 2025, la construcción en República Dominicana no está detenida ni colapsada, pero sí muestra señales claras de desaceleración. De acuerdo con datos del Banco Central, el sector mantiene una participación cercana al 13 % del Producto Interno Bruto, aunque con tasas de crecimiento más moderadas que las registradas entre 2021 y 2023. A este escenario se suman incrementos acumulados en los costos de materiales de construcción, un entorno de financiamiento más selectivo y un comprador que hoy analiza con mayor detenimiento antes de comprometerse.
Este cambio de ciclo tiene una consecuencia directa: el margen de error se reduce drásticamente. Lo que antes podía corregirse sin mayor impacto hoy se traduce en retrasos, sobrecostos y conflictos post-entrega que afectan no solo el flujo de caja, sino la credibilidad del proyecto y la marca que lo respalda.
Cuando el error deja de ser técnico y se vuelve reputacional
En etapas de alta demanda, muchos problemas quedaban ocultos detrás del dinamismo del mercado. Las unidades se vendían rápido, la liquidez fluía y los reclamos se gestionaban con menos presión. En el escenario actual, cada falla pesa más y se amplifica con mayor rapidez.
Un proyecto con deficiencias de ejecución ya no enfrenta solo un problema operativo. Enfrenta un riesgo reputacional que impacta futuras preventas, complica nuevas fases de desarrollo y debilita la confianza del comprador. En una época donde la información circula con velocidad y las experiencias negativas se comparten sin filtros, la mala supervisión dejó de ser un asunto interno de obra.
Supervisión: de gasto invisible a decisión estratégica
Durante años, muchos desarrolladores vieron la supervisión como un costo que debía mantenerse al mínimo. En la práctica, esa visión está quedando obsoleta. En un mercado más lento y competitivo, los proyectos que reducen controles técnicos suelen terminar pagando un precio mucho más alto después, ya sea en reclamos, retrabajos, conflictos legales o pérdida de reputación.
Hoy, supervisar bien no solo protege la calidad constructiva. Protege la relación con el cliente, reduce contingencias post-entrega y ayuda a preservar el valor del activo en el tiempo. Aunque no siempre aparezca en el brochure, la supervisión se ha convertido en una ventaja competitiva silenciosa.
Un comprador más exigente en un mercado menos tolerante
El perfil del comprador dominicano ha evolucionado de manera significativa. Hoy pregunta más por administración, mantenimiento, ubicación y proyección de valor. El dominicano en el exterior, que sigue siendo determinante en muchas preventas, compara proyectos con mayor rigor y es menos tolerante a los errores.
Sin embargo, el discurso comercial del sector no siempre ha evolucionado al mismo ritmo. Se sigue hablando mucho del resultado final y poco del proceso. En un mercado desacelerado, esa falta de transparencia comienza a jugar en contra, porque la confianza ya no se construye solo con promesas, sino con ejecución comprobable.
Cuando el problema individual se convierte en un problema del sector
Cuando varias experiencias negativas se repiten, el problema deja de ser de una empresa y se convierte en un tema sectorial. Cada proyecto mal ejecutado alimenta la desconfianza general, retrasa decisiones de compra y refuerza la percepción de informalidad que históricamente ha afectado al mercado inmobiliario dominicano.
En mercados más maduros, la supervisión técnica es uno de los pilares más valorados del proceso constructivo. No se ve como un trámite ni como un lujo, sino como una garantía básica de estabilidad, seguridad y sostenibilidad del mercado.
Construir mejor en un ciclo más exigente
En este nuevo contexto, la supervisión técnica debe asumirse como parte integral del producto inmobiliario. No como un costo oculto, sino como una inversión que protege ventas, reputación y valor a largo plazo.
Cuando el mercado se desacelera, ya no gana el que promete más ni el que vende más rápido. Gana el que ejecuta mejor, el que reduce riesgos y el que entiende que la confianza del comprador se construye desde la obra, mucho antes de la entrega.
Lo que sigue en esta reflexión
Esta entrega forma parte de una reflexión más amplia sobre la importancia real de la supervisión en la construcción dominicana. En la próxima columna abordaré las implicaciones legales y financieras de una supervisión deficiente, un costo silencioso que muchas veces solo se descubre cuando ya es demasiado tarde.
Porque un plano se firma en minutos, una obra se levanta en meses, pero una mala decisión en supervisión puede perseguir a un proyecto —y a una marca— durante décadas.



