Hay una diferencia entre cuidar los detalles y postergar la ejecución. Y esa línea —en esta industria— se cruza todos los días.
Diseños que nunca se entregan porque «todavía no están como quiero». Planos que pasan semanas ajustándose por milímetros mientras la obra espera. Clientes que no deciden porque están buscando «la mejor versión posible». Supervisores que no arrancan hasta que el cronograma esté perfecto en Excel.
El perfeccionismo, en construcción, no es una virtud. Es un freno que se disfraza de exigencia. Y que le cuesta tiempo, dinero y energía a todo el sistema.
El Lean Construction Institute lo dice con claridad:
«In complex projects, waiting for complete certainty often results in waste. High-performing teams embrace a ‘start with what we know’ mindset, continuously refining as they build.
No se trata de lanzar sin pensar. Se trata de avanzar con lo necesario y ajustar con criterio.
En obra, eso significa:
– Arrancar cuando los elementos críticos están listos.
– Decidir con lo que se tiene.
– Corregir rápido si hay que mejorar.
El tiempo es un recurso que no vuelve. Y cuando se pierde por miedo a no hacerlo perfecto, nadie gana.
La perfección no construye. Lo que construye es la capacidad de actuar, ajustar y entregar con enfoque.

