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Por Paola Solis

El Inmobiliario

SANTO DOMINGO.-Iris Espinal, directora comercial de zona norte en Noval Properties, vive una de las etapas más trascendentales de su vida: la dulce espera de su primer hijo, Dante. Esta destacada profesional, mujer decidida y sensible, ha encontrado en su embarazo una nueva alegría para vivir.

Su vida cambió por completo desde que se enteró que sería madre,“¡En todo! Desde cómo respiro hasta cómo me amarro los zapatos (spoiler: ya no me los amarro, me los deslizo)”, responde a El Inmobiliario. También revela cómo ha tenido que ponerse como prioridad y ver cada día como una nueva oportunidad: “Me ha obligado a frenar, a escuchar mi cuerpo, a priorizarme sin culpa y a ver cada día como una oportunidad de construir un hogar emocional para ese ser que viene en camino”.

La maternidad, incluso desde el embarazo, es un torbellino de emociones. Iris no escatima en describirlas con claridad y humor: “Alegría, miedo, amor desbordado, ansiedad, ternura, hambre a horas raras, gratitud profunda… y sí, también ganas de llorar viendo comerciales de pañales. ¡Todo junto y a veces al mismo tiempo!”.

Para ella lo más poderoso quizás no sea lo que siente, sino lo que proyecta. Cuando imagina su rol de madre, la ejecutiva de Noval entrelaza la ternura con realismo: “Una mezcla entre la mamá gallina, la mamá coach y la mamá que a veces dice: ‘Hoy hay cena, pero es delivery’. Quiero ser cercana, divertida, pero también esa figura firme que enseña desde el ejemplo. Quiero ser esa madre presente que nunca tuve”.

Iris Espinal esperando a Dante, su primogénito. (FUENTE EXTERNA).

Su deseo más grande es criar a Dante desde el amor y la libertad. “Libre, seguro de sí mismo, rodeado de amor, pero sin miedo a equivocarse. Que sepa que su casa es su refugio, no su prisión. Y que el respeto, la empatía y el humor son herramientas de vida, no adornos bonitos”.

Saber que pronto será responsable de una nueva vida ha cambiado su manera de ver el mundo. “Antes pensaba en el futuro en función de logros; ahora lo pienso en función de legado”, confiesa. Iris ha entendido que su maternidad no será perfecta, pero sí profundamente humana: “Quiero que me vea como humana, no como heroína. Que sepa que mamá también se cansa, pero nunca deja de amar”.

La maternidad, para Iris, no se mide en logros ni en apariencia, sino en los valores que se cultivan: “La bondad, la autenticidad, la gratitud, el respeto a los demás y a sí mismo. Que entienda que su valor no está en lo que logra, sino en cómo ama, cómo trata y cómo se levanta cuando cae”.

Una de las memorias más vívidas que guarda de esta etapa es profundamente emotiva: “Nunca olvidaré el día que Joan y yo escuchamos el corazón de Dante por primera vez. Nos miramos y no sabíamos si reír, llorar o salir corriendo a comprar pañales… Fue como escuchar un tambor que marcaba el inicio de la mejor aventura de nuestras vidas”.

Al pensar en cómo equilibrará su carrera con esta nueva etapa, Iris responde con honestidad: “Con ayuda, con humildad para pedirla y con un calendario más flexible como yo en clases de yoga prenatal”. Tiene claro que no puede hacerlo todo, y no pretende hacerlo. “Aprenderé a delegar más, a priorizar lo que realmente importa y a recordar que a veces, el mayor éxito del día será una siesta compartida”.

Así, entre el trabajo, los antojos, los sueños y los temores, Iris Espinal comienza a escribir su historia como madre, una memoria que ya late con fuerza desde lo más profundo, como un tambor que anuncia el inicio de una nueva vida.