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El diseño arquitectónico como elemento diferenciador de un hotel

En la industria hotelera, el lujo ya no se mide por la cantidad de estrellas, ni siquiera por la ubicación. Hoy, la nueva moneda de valor es la experiencia. Y en ese marco, la arquitectura ya no es un elemento decorativo ni un gasto de capital: es la primera gran decisión estratégica de cualquier proyecto hotelero competitivo.
Un huésped puede no recordar el nombre de la marca del colchón, pero sí recordará cómo lo abrazó la luz en esa habitación al despertar, el silencio absoluto del pasillo, el olor a madera natural al abrir la puerta, o la visual que se encontraba al fondo del corredor. Todo eso es arquitectura. Todo eso impacta en su satisfacción, su permanencia y su retorno.

Según el informe global de tendencias de Booking.com 2024, el 71 % de los viajeros de alto poder adquisitivo eligen su alojamiento por criterios emocionales vinculados al espacio: atmósfera, integración con el entorno, autenticidad del diseño. Ya no buscan «más metros», buscan «más sentido».

Y es ahí donde muchos proyectos fracasan antes de abrir
Se invierte en amenities, marketing y acabados superficiales, pero se subestima el rol profundo del diseño arquitectónico como componente emocional y operacional. El resultado: hoteles que parecen todos iguales, que operan con altos costos energéticos y que no logran fidelizar a sus huéspedes.

Un buen diseño hotelero requiere estrategia desde el masterplan: comprender los flujos entre áreas públicas y privadas, el nivel de interacción que queremos fomentar, las sensaciones que buscamos provocar. ¿Queremos que el huésped se relaje, explore, socialice, contemple? La respuesta a esa pregunta lo cambia todo: desde la ubicación de las circulaciones hasta la altura de los techos o el material del piso.

Por ejemplo, en hoteles de retiro y descanso, diseñar recorridos sinuosos, jardines internos, terrazas en sombra y espacios de transición térmica permite reducir la ansiedad del visitante. Mientras que en hoteles corporativos o urbanos, los recorridos deben ser directos, eficientes y sobrios.

Una arquitectura genérica puede elevar temporalmente el inventario, pero una arquitectura emocional eleva el ADR (Average Daily Rate). Y esa es la diferencia entre sobrevivir en OTA’s o destacar en ellas.

Invertir en arquitectura no es solo una decisión estética, es una decisión financiera. Diversos estudios de Cornell Hospitality Reports muestran que hoteles con diseño distintivo pueden aumentar en promedio un 12 % sus tarifas, mantener una ocupación más estable y reducir en un 15–20 % las quejas operativas vinculadas al uso del espacio.

En el Caribe, con su clima extremo, esto es aún más crítico. Diseñar para aprovechar la ventilación cruzada puede reducir hasta un 30 % el uso del aire acondicionado. La correcta orientación del edificio puede disminuir la radiación solar directa, mejorar la eficiencia energética y extender la vida útil de los materiales. Todo eso es dinero. Dinero que se ahorra o que se gana.

Además, la configuración espacial incide directamente en los costos operativos: la distancia entre habitaciones y áreas de servicio, el tamaño y disposición del back of house, la conectividad vertical en edificios de más de tres niveles. Una mala decisión de diseño puede duplicar el personal de limpieza o incrementar tiempos de respuesta ante emergencias, afectando la rentabilidad del activo.

Hoy más que nunca los viajeros buscan memorabilidad. Un espacio que los conecte con la cultura local, que se sienta único, que tenga historia y narrativa. La arquitectura puede contar esa historia desde el primer bloque hasta el último rincón.

Y eso, más que un valor agregado, es una herramienta de fidelización. Según Skift, el 52 % de los viajeros millennials y Gen Z están dispuestos a pagar más por alojarse en lugares que «se sienten distintos».

Diseñar un hotel hoy requiere visión holística: sostenibilidad, eficiencia, experiencia del huésped, operación, marca y escalabilidad. Y todo eso comienza con una buena arquitectura.
Como arquitecta, desarrolladora y constructora, he acompañado múltiples proyectos desde el papel hasta la operación. Lo que he aprendido es claro: un proyecto bien diseñado desde su concepción ahorra miles de dólares, reduce tiempos de construcción, genera marca, y sobre todo, crea valor a largo plazo.

Porque en un mundo donde la oferta hotelera crece cada día más, los espacios que conectan emocionalmente, operan eficientemente y cuentan una historia… son los que se quedan.

Yermys Peña
Yermys Peña
Arquitecta y empresaria de la construcción. Miembro del Forbes Business Council.
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