Por Joan Féliz
Especial para El Inmobiliario
La semana pasada, desde esta columna, expusimos la importancia de defender el rol del desarrollador inmobiliario en un mercado que enfrenta desafíos constantes: cambios normativos, inflación en los costos de materiales y las tensiones que provoca la competencia desleal. En ese sentido, siempre hemos resaltado el esfuerzo que muchos desarrolladores hacen por cumplir con sus compromisos. Sin embargo, en esta ocasión, es necesario dar un paso atrás y reflexionar sobre un aspecto crucial que a veces se pasa por alto: la responsabilidad que tenemos como desarrolladores no solo con el cliente final, sino también con las inmobiliarias que nos representan y, en un sentido aún más amplio, con la marca país.
Promesas que se transforman en contratos
Cada vez que un comprador decide invertir en un proyecto inmobiliario en la República Dominicana, no solo está comprando una propiedad: está comprando una promesa. Una promesa que va más allá de los materiales, los planos arquitectónicos o el diseño. Está comprando expectativas, sueños, seguridad y confianza. Si bien el proceso de compra puede parecer puramente transaccional, en realidad, es un acto basado en la confianza.
Pero, ¿qué sucede cuando esa confianza se ve traicionada? ¿Qué pasa cuando el cliente recibe algo diferente a lo que se le prometió? Este es un problema grave que va más allá de una simple disputa comercial. Estamos hablando de una pérdida de confianza en el sistema, en los procesos y, lo que es aún más grave, en la reputación de un sector entero. Cada vez que un proyecto no cumple con lo prometido, no solo se pierde una venta: se fractura una relación y se desincentiva a futuros compradores.
La inmobiliaria: un socio clave con mucho en juego
Las inmobiliarias juegan un papel fundamental en este proceso. Son ellas quienes, al final del día, asumen una parte significativa del riesgo reputacional. En muchas ocasiones, la inmobiliaria es la primera línea de contacto con el cliente. Son ellas quienes presentan el proyecto, resuelven las dudas y gestionan las expectativas. Si el cliente está satisfecho, es gracias a su trabajo. Si está decepcionado, también las inmobiliarias tienen que lidiar con las consecuencias.
El desarrollador debe entender que las inmobiliarias no son simplemente canales de venta. Son socios estratégicos que se juegan su nombre y su prestigio al recomendar un proyecto. Cada vez que una inmobiliaria decide representar un proyecto, pone en riesgo su reputación. Si el proyecto no cumple, esa inmobiliaria será vista como responsable, incluso si su única culpa fue confiar en el desarrollador equivocado.
De hecho, muchas inmobiliarias se han visto obligadas a dar la cara y defenderse ante sus propios clientes cuando los desarrolladores incumplen. El daño reputacional puede ser devastador para ambas partes, pero especialmente para la inmobiliaria, que al final del día depende de su credibilidad en el mercado.

La marca país: un valor intangible pero valioso
Vivimos en un mercado global donde los compradores internacionales son cada vez más exigentes. La República Dominicana se ha convertido en un destino atractivo para inversores de todo el mundo, gracias a su crecimiento económico, sus incentivos fiscales y su estabilidad política. Sin embargo, el prestigio de un país no se construye de la noche a la mañana, ni se protege de manera indefinida si no se actúa con responsabilidad.
Cada vez que un comprador internacional invierte en una propiedad, no solo está apostando a un proyecto específico, sino que también está apostando al país como destino de inversión. La marca país no se compone solo de bellos paisajes y playas paradisíacas. Se construye con base en la confianza, la seguridad jurídica y la seriedad con la que tratamos los negocios. Cuando un proyecto no se entrega conforme a lo prometido, ese comprador no solo perderá su fe en el desarrollador, sino que también pondrá en duda la fiabilidad de todo el sistema. Las redes sociales amplifican estas experiencias y, a menudo, un solo testimonio negativo puede frenar varias inversiones futuras.
Responsabilidad del desarrollador: ¿Qué estamos haciendo mal?
Es hora de que los desarrolladores asumamos nuestra parte de responsabilidad. Y esa responsabilidad es mucho más amplia de lo que a veces nos imaginamos. No se trata solo de construir un inmueble o cumplir con los plazos de entrega. Va mucho más allá de eso. Se trata de cumplir con lo prometido, de mantener la transparencia en cada paso del proceso y de asegurarnos de que el cliente no solo reciba lo que pagó, sino que reciba lo que se le prometió.
¿Qué significa esto en la práctica? Significa ser claros desde el principio en cuanto a lo que se está ofreciendo. Significa tener un contrato que sea lo suficientemente detallado como para proteger tanto al comprador como al desarrollador. Significa establecer tiempos de entrega realistas y cumplir con ellos. Significa entregar un producto que no solo cumpla con las especificaciones, sino que incluso las supere, en la medida de lo posible.
Por supuesto, sabemos que no todos los desarrolladores son iguales. Existen muchos proyectos serios que se entregan conforme a lo prometido. Sin embargo, hay que ser conscientes de que una mala experiencia de un comprador puede empañar la imagen de toda la industria. Es crucial que todos los actores del sector inmobiliario —desarrolladores, inmobiliarias y autoridades— trabajemos en conjunto para mantener la confianza y la credibilidad del mercado.
La relación entre el desarrollador y la inmobiliaria: un vínculo de confianza
La relación entre el desarrollador y la inmobiliaria debe basarse en la confianza mutua. Como desarrolladores, debemos ser conscientes de que las inmobiliarias no solo están vendiendo nuestro proyecto, sino que están representando nuestra reputación. La inmobiliaria necesita saber que estamos comprometidos con la entrega, con el cumplimiento de los estándares de calidad y con la honestidad en cada paso del proceso.
Una inmobiliaria que confía en un desarrollador serio puede promover ese proyecto con seguridad, lo que beneficiará a ambas partes. Sin embargo, si el desarrollador incumple, esa confianza se quiebra, y el daño se extiende mucho más allá de una simple relación comercial: afecta a todo el ecosistema de inversión inmobiliaria en la República Dominicana.
¿Qué debemos hacer para mejorar?
La clave está en ser responsables y actuar de manera coherente con lo que prometemos. Los desarrolladores dominicanos debemos garantizar que cada proyecto esté respaldado por un sólido plan de ejecución, por contratos claros y por una gestión de calidad que sea fiel a lo que hemos prometido. No basta con vender sueños; debemos entregar realidades.
El compromiso con la inmobiliaria también debe reflejarse en el respeto por su trabajo y en la creación de un sistema de comunicación constante. Una inmobiliaria debe ser capaz de confiar en que el proyecto que promueve no solo se entregará a tiempo, sino que será exactamente lo que el comprador espera.
Conclusión: El futuro está en nuestras manos
El desarrollador tiene la responsabilidad de mantener la confianza que los compradores depositan en nosotros, y eso incluye no solo cumplir con ellos, sino también con las inmobiliarias que nos representan y con la imagen de la República Dominicana. La marca país es un valor intangible, pero valioso, que solo podemos mantener si trabajamos con ética, transparencia y compromiso.
Es hora de que todos, como sector, asumamos nuestra parte de responsabilidad. Si queremos seguir siendo un referente en el mercado inmobiliario global, debemos comenzar a entregar lo que prometemos, sin excusas ni retrasos. Solo así, podremos seguir vendiendo no solo propiedades, sino también confianza en la República Dominicana.
El autor es MBA, especialista en marketing digital, gerente de operaciones de constructora Incaribe, con más de 10 años de experiencia en el sector construccion y turismo.