La construcción y el uso de edificios es responsable de casi el 40 % de las emisiones de CO2 y del 35% del consumo de la energía en el mundo. Una de las apuestas para reducir el impacto en el medio ambiente es la construcción sostenible, aquella que utiliza métodos y materiales renovables. Iluminación natural, correcta regulación térmica, buena calidad del aire o accesibilidad son algunas de sus virtudes. Los expertos aseguran que un “edificio sostenible es mejor construido porque es más rentable, eficiente y duradero”.
Uno de los padres de la arquitectura sostenible nació hace 120 años en Alejandría (Egipto). Hassan Fathty, fallecido en 1989, echó la vista atrás, hacia las técnicas de construcción tradicional y los materiales naturales para avanzar en una construcción más respetuosa con la biodiversidad. Se fijó en las propiedades del adobe, las arcillas y las arenas secadas al sol y mezclada con paja. Aplicó métodos de acondicionamiento termodinámico para la captación y regulación del aire. También utilizó las celosías para lograr una iluminación suave, y las fuentes de agua en paredes y suelos para humedecer y enfriar el aire por evaporación. En el siglo XX le conocían como ‘el arquitecto de los pobres’. Hoy, su contribución filosófica a la edificación sostenible es innegable: abaratamiento de costes, materiales reciclables, excelentes propiedades térmicas y acústicas, versatilidad, entre otros beneficios.
De vuelta al presente, se espera que a lo largo de la próxima década el mundo dé un giro y se encamine hacia un futuro más sostenible. Uno en el que se reduzcan los niveles de contaminación, se apueste por la economía circular y se mitigue nuestro impacto sobre el medio ambiente. Uno, en definitiva, en el que la convivencia entre el ser humano y su entorno encuentre el equilibrio.
Una construcción cada vez más sostenible
Replantear la forma en que construimos y usamos los edificios es fundamental para alcanzar este futuro sostenible. Tras décadas de dependencia del carbón, el petroleo y el gas natural, los edificios se han convertido en uno de los principales emisores de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera. Actualmente, su construcción y sus usos están detrás del 38 % de las emisiones de CO2 relacionadas con la energía. También se encuentran tras el 35 % del consumo de la energía utilizada a nivel global.
Reducir estas cifras es un reto en un mundo en el que la población no para de crecer. Se calcula que seremos 2.000 millones de personas más dentro de 30 años. 2.000 millones de personas que necesitarán nuevos edificios en forma de viviendas, lugares de trabajo, colegios u hospitales, entre muchas otras edificaciones.
Gracias a la investigación y al desarrollo de nuevos métodos y materiales constructivos es posible diseñar y hacer realidad construcciones que apenas tengan impacto sobre el medioambiente y, además, resulten más saludables y respetuosas con las personas.
Innovación sostenible en construcción: materiales, técnicas y nuevas tecnologías
Para calcular el impacto que un edificio tiene en el medioambiente no basta con medir las emisiones relacionadas con su uso. Es necesario ir más allá y remontarse a su construcción. Y es que, desde el preciso momento en que se crean o extraen los materiales necesarios para levantar un edificio, comienza su inevitable impacto en el medioambiente.
La investigación y el uso de nuevos materiales que sustituyan o complementen los más tradicionales (como el ladrillo y el hormigón) juegan un papel fundamental en el sector de la construcción sostenible. Actualmente se están desarrollando alternativas basadas en fibras de origen vegetal, bioplásticos e incluso materiales autorreparables gracias a la presencia de bacterias.
Además, la creación y el transporte de estos materiales debe garantizar un uso responsable de las materias primas y de la energía. Para ello, cada vez más constructoras realizan cálculos de las huellas medioambientales de sus proyectos. “Junto al desarrollo de nuevos materiales, el elemento disruptivo en los próximos años será el cálculo de la huella de carbono e hídrica en la ejecución de los proyectos”, explica Laura Tordera, Jefe Global de Innovación de Ferrovial Construcción.
“Estamos en un cambio de ciclo de una economía lineal, que comienza en el uso de materias primas y termina en el vertedero, a una economía circular. En esta última, la identificación de la huella de carbono es fundamental para diseñar estrategias”, señala. Este planteamiento, que busca elegir siempre la opción más sostenible y respetuosa con el medioambiente, se traslada también a los métodos constructivos. En este ámbito cobran mucha importancia innovaciones tecnológicas que hacen posible la construcción modular o la impresión 3D, y que permiten reducir los tiempos de construcción y el uso de maquinaria.