PADRE LAS CASAS , AZUA. – Bajo el sol ardiente, en caminos polvorientos, decenas de campesinos y campesinas acompañados de sus hijos e hijas, alzaron sus voces el pasado sábado 19 de julio en una extensa cadena humana que recorrió 22 comunidades de la zona montañosa entre Padre Las Casas y Constanza, con pancartas hechas con cartulina, cartón y palos de escoba, en las que, con palabras simples pero poderosas, exigían lo que consideran derechos básicos postergados: escuelas terminadas y equipadas, servicios de salud dignos, caminos transitables y energía eléctrica estable.
“Queremos escuelas”, “queremos salud”, “cumpla su promesa, presidente” eran algunos de los carteles que se podían leer en esta jornada, marcada por la dignidad y la desesperación y que fue organizada por residentes, organizaciones sociales y religiosas, con el respaldo de la Congregación de las Hermanas Apostólicas del Cristo Crucificado.
Las comunidades exigieron al presidente Luis Abinader una intervención urgente que garantice los derechos básicos a la educación, salud, caminos y servicios. “Aquí también hay un país, aquí vivimos personas que respiramos, estudiamos y tenemos derecho a salud, a educación, a caminos seguros. La sierra también es el país, somos personas con dignidad, que creímos en usted”, sentenció Glenys Delgado, lideresa comunitaria.
Explicó que el único centro sanitario de la zona opera sin médicos permanentes, sin enfermeras y con apenas un pasante ocasional y no hay medicamentos. “Aquí, si alguien se enferma de verdad, hay que cargarlo hasta Padre Las Casas o Constanza y algunos no llegan vivos.”
13 años y no terminan el liceo
Una de las paradas obligadas ocurrió frente a la estructura abandonada del liceo de Las Lagunas, una obra que comenzó a construirse en 2012 y lleva más de dos años detenida con un 80 % de avance. A pesar de que el presidente Luis Abinader prometió en 2022 que esa escuela estaría terminada “en menos de un año”. Diomaris García, también dirigente comunitario, recordó que “Han pasado dos años más, casi tres desde esa promesa y ni los obreros ni las autoridades han vuelto”, reclamó.
Mientras tanto, más de 70 estudiantes del nivel secundario reciben clases en una casa prestada, estrecha, calurosa y precaria, que también funciona como parroquia, y en la que la docencia se organiza por turnos, con nueve profesores que hacen malabares para garantizar que los jóvenes no pierdan su año escolar. “Esto no es modernización educativa. Es sobrevivencia”, dijo una maestra que prefirió no identificarse.
Sus 6 kilómetros de caminos, que no son calles, están casi intransitables, situación que se agrava cuando llueve. “El mismo presidente Abinader se lo ordenó al ministro Deligne Ascención en nuestra cara. Le dijo que reparara las calles. Pero nunca más volvió”, denunció García con dejo de frustración.
Con la voz firme y los ojos llenos de rabia contenida, Glenys Delgado alzó su cartel entre la multitud polvorienta y lanzó un mensaje directo al Palacio Nacional: “Nos prometieron desarrollo, pero aquí solo hay abandono, señor Presidente, mire hacia estas montañas. Aquí también hay un país”, sentenció, rodeada de campesinos que, cansados de promesas incumplidas, claman por ser tratados con dignidad, no como un rincón olvidado del mapa.
