Desde la perspectiva del bienestar estructural, estos gestos son parte del cuidado integral del hogar.
SANTO DOMINGO. – Mucho tiempo antes de que asomen los invitados, antes incluso de definir el menú o coordinar horarios, muchas casas empiezan a cambiar. Se abren ventanas que durante el año casi no se usan, se cambia el cortinaje, se mueven muebles, se libera una mesa, se revisa una luz.
No es decoración todavía. Es otra cosa: la casa se está preparando.
En los días previos a las fiestas por la Navidad, los hogares entran en un modo particular, pues hay más circulación, más actividad y suele haber más gente. Los espacios que durante el año funcionan con cierta rutina se vuelven flexibles, se adaptan, se reorganizan. Y en ese proceso, casi sin notarlo, aparece una forma de bienestar que no pasa por lo emocional, sino por lo estructural.
Ordenar no es solo guardar, es despejar recorridos, permitir que el movimiento sea más fluido, que la casa respire mejor. Ventilar no es solo renovar el aire, sino ajustar la temperatura, el clima interior, la sensación térmica. Revisar persianas, llaves o luces no responde a un afán perfeccionista: es anticiparse a un uso intensivo del espacio.
Durante las fiestas, las casas trabajan más. Las cocinas hacen horas extra, se concentran más personas en menos metros cuadrados, se usan con mayor frecuencia baños, mesas, enchufes. Nada extraordinario, pero sí distinto al resto del año.
Preparar la vivienda para ese momento no implica grandes obras ni cambios drásticos, sino atención a los detalles que sostienen el confort cotidiano.
En ese sentido, el ritual previo a las fiestas no tiene que ver con embellecer, sino con disponer, hacer lugar. Pensar cómo se habita el espacio cuando se comparte, ajustar lo necesario para que la casa acompañe, en lugar de imponer límites o generar incomodidades.
Desde la perspectiva del bienestar estructural, estos gestos son parte del cuidado integral del hogar. Una vivienda que funciona bien, ventilada, iluminada, que permite circular sin obstáculos, también contribuye a que los encuentros sean más simples, relajados y más sostenibles en el tiempo.
El confort también está en los aromas
A ese ajuste silencioso del hogar también se suma el aire que se respira. En días de mayor actividad, ventilar sigue siendo clave, pero también aparecen aromas que acompañan el momento: cítricos, canela, clavo, hojas de laurel, café recién hecho.
No se trata de perfumar en exceso, sino de aportar notas reconocibles que convivan con la casa y no la saturen. Elementos simples, cáscara de naranja en agua caliente, hierbas frescas, velas suaves, ayudan a reforzar la sensación de cuidado y preparación sin alterar el equilibrio del espacio.
5 aromas fáciles para ambientar la casa en Navidad
– Infusión casera: agua con rodajas de naranja, canela en rama, clavo y vainilla, hervida suavemente.
– Velas aromáticas: de canela, manzana, pino, vainilla, o artesanales de cacao/café.
– Ramitas naturales: pino, eucalipto o romero en floreros.
– Naranjas con clavos de olor: rodajas decorativas y perfumadas al mismo tiempo.
– Café recién colado: ese aroma cotidiano que también puede ser tu sello navideño.
En diciembre, la casa se transforma en un pequeño santuario de aromas, un concierto invisible: cada olor convoca memorias, cada fragancia abre la puerta a la Navidad.
Preparar la casa antes de las fiestas es una forma silenciosa de preparación del encuentro. Un trabajo previo que no se ve en las fotos, pero que se siente cuando la casa, finalmente, se llena.
