Según un estudio, la capital tenía en 2021 apenas un 15.4 % de cobertura arbórea, equivalente a unos 14 km² de sombra de árboles, mientras que más del 60 % del territorio era asfalto, concreto o edificaciones.
SANTO DOMINGO.– La capital dominicana, que hace poco más de cuatro décadas era un vergel, en 2025 enfrenta múltiples desafíos ambientales por las agresiones del exceso de ruido, el tráfico cada vez más denso y un crecimiento urbano que empuja unos conglomerados cada vez más numerosos en espacios más pequeños, debido al crecimiento vertical.
Expertos alertan sobre una pérdida sostenida de espacios verdes que amenaza la calidad de vida y la resiliencia climática de la ciudad, en la que quedan aún espacios clave para la naturaleza: jardines, parques y humedales que constituyen sus “pulmones verdes”, que sin embargo enfrentan amenazas.
El INTEC advirtió en 2024 que más del 70% del arbolado del Gran Santo Domingo está compuesto por especies introducidas poco adaptadas al clima local, situación que ha causado el “fenómeno de la isla de calor urbana”, alertó la investigadora Solhanlle Bonilla.
En un estudio publicado en la revista Forests, Bonilla y su equipo estimaron que la infraestructura verde en la ciudad puede mejorar la calidad del aire, aunque advirtieron que se necesita coordinación interinstitucional y políticas públicas más sólidas.
Este reportaje recorre los principales pulmones urbanos del Gran Santo Domingo, su estado actual, quiénes los defienden y quiénes los deben cuidar.
Un poco de contexto
Según el Censo de 1993, la población de lo que hoy constituye el Gran Santo Domingo rondaba los 2,193,046 habitantes, mientras que el Censo de 2022 de la Oficina Nacional de Estadística eleva esa cifra a 3,798,698 personas, es decir, más de un millón de habitantes adicionales en tres décadas.
En paralelo, un análisis espacial basado en la capa satelital GHSL R2023A indica que la huella urbana también se expandió: el área edificada habría pasado de 170–190 km² en 1990 a cerca de 270–290 km² en 2025, avanzando sobre zonas que antes eran suelos agrícolas, bosques periféricos o humedales.
Mientras tanto, los datos sobre “área verde” son escasos, pero un estudio científico publicado en 2021 por Frontiers in Sustainable Cities revela que el Distrito Nacional cuenta con apenas 15.4% de cobertura arbórea, unos 14 km², y que más del 60% de su superficie está ocupada por asfalto y edificaciones.
Los organismos internacionales recomiendan entre el 40% y 60% de cobertura arbórea para ciudades con bosques urbanos robustos.
Además, el estudio muestra desigualdades marcadas: los sectores de mayores ingresos concentran la mayor parte del arbolado, mientras que los barrios populares se mantienen mucho más áridos.
Muchos denunciantes ambientales han advertido: la ciudad se expande, pero la superficie verde, parques, bosques, humedales, zonas de sombra urbana, no crece al mismo ritmo y deja al Gran Santo Domingo con un déficit estructural de espacios verdes por habitante.
¿Cuáles los “pulmones verdes”?
Aunque la ciudad tiene muchas áreas pequeñas de arbolado y plazas, varios lugares destacan por su función ecológica, social y simbólica:
Jardín Botánico Nacional Dr. Rafael M. Moscoso. La gran reserva de biodiversidad situada en la avenida República de Colombia. Alberga cientos de especies nativas y endémicas, un herbario, viveros y espacios para la educación ambiental.
Parque Mirador del Sur. Una franja arbolada en la parte sur del Distrito Nacional, de gran uso recreativo, deportivo y popular para el descanso.
Parque Mirador del Norte. Zona verde en la parte norte del Distrito Nacional, con bosque urbano y vinculada a zonas fluviales, como el río Isabela.
Humedales del río Ozama y Parque Nacional Humedales del Ozama. Zona de manglares, lagunas, caños y terrenos inundables que funcionan como esponjas naturales contra inundaciones, reguladores del clima, filtros de agua y refugio de biodiversidad.
Estos espacios, junto a pequeñas plazas y parques, constituyen los pulmones verdes que el Gran Santo Domingo aún conserva.
Tanto el Estado, a través del Ministerio de Medio Ambiente y Obras Públicas; la academia, con la UASD y a la Academia de Ciencias; y la sociedad civil, desde organizaciones ambientales hasta grupos ciudadanos, han expresado cada uno por su lado su preocupación por sobre la situación de los pulmones verdes del Gran Santo Domingo.
Aun sin actuar de forma coordinada, todas han coincidido en colocar el tema en la conversación pública: el Gobierno defendiendo sus proyectos y asegurando mitigación; las instituciones académicas advirtiendo sobre riesgos ecológicos y legales; y los colectivos ciudadanos denunciando ocupaciones, rellenos y podas irregulares.
Y, sin embargo, cada día se reduce la zona boscosa en el Gran Santo Domingo, ya sea por presiones urbanísticas, intervenciones viales, rellenos ilegales en humedales o el deterioro silencioso de parques urbanos que pierden árboles sin que siempre exista reposición.
Una merma que no ocurre de golpe, sino en pequeños fragmentos que, sumados, van restando sombra, biodiversidad y capacidad de recuperación a la ciudad.
En 2025: ¿respiran o aguantan?
Jardín Botánico Nacional, en el ojo de la polémica, con todo y que todavía “respira”, muchos están pendientes de que no le alcance el hachazo. Este año se anunció un gran proyecto vial cuyo objetivo es “mejorar la movilidad en la zona”, que incluye pasos a desnivel, puentes, distribución vial y la creación de un nuevo “parque ecológico” de más de 24,000 m² como complemento.
El Jardín Botánico Nacional, una de las grandes reservas naturales de Santo Domingo. (Fuente externa).
En la presentación, el Gobierno aseguró que “no afectará al perímetro del Botánico” y el ministro de Medio Ambiente describió el proyecto como “delicado”, pero insistió en que el impacto sobre el área protegida sería inferior al 0.1%, y afirmó que incluso se planea “ampliar” el Botánico como parte de la compensación. Sin embargo, la comunidad científica y ambiental reaccionó. El coordinador de la Academia de Ciencias, el biólogo Luis Carvajal, declaró: “El Botánico no es un solar al que tú puedes quitarle un pedazo de un lado… tocarlo constituye un despropósito” y alertó especialmente sobre el posible daño al herbario, donde se conservan más de 130,000 muestras de flora, y al vivero de plantas nativas y endémicas, base de programas de restauración.
Este descontento no se quedó en palabras: el domingo 20 de julio de 2025, decenas de personas, activistas, estudiantes y ciudadanos comunes, formaron una cadena humana alrededor del Jardín Botánico, al grito de “El Botánico no se toca”. Para muchas de estas voces, incluso una reducción de unos pocos metros cuadrados, oficialmente se menciona la intervención de unos ~200 m², apenas el 0.01 % del área, ya representa un precedente peligroso.
Más allá de la polémica vial, el Botánico continúa su labor y en su memoria institucional de 2024 se reportó la incorporación de 318 nuevas especies endémicas amenazadas a su banco de semillas, y la adición de más de 2,500 especímenes al herbario, elevando su total a alrededor de 138,469.
Parque Mirador del Sur, aunque sigue verde tiene serios signos de asfixia. No es un área protegida en sentido estricto, pero su valor para la ciudad lo convierte en un pulmón urbano vital. En septiembre de 2024 la propia alcaldía denunció una poda irregular que afectó 17 árboles en el Mirador Sur, realizada sin autorización ambiental y advirtió que sancionaría a los responsables. Nada se ha sabido al respecto.
Pero ese incidente alertó sobre el mantenimiento del parque y la protección de su arbolado. En 2025 siguen circulando denuncias ciudadanas y mediáticas sobre vertederos improvisados, acumulación de basura, invasiones de zonas verdes y abandono en algunas zonas. Aunque no hay un inventario público exhaustivo, el historial reciente demuestra que el Mirador Sur está lejos de estar fuera de peligro.
Humedales del río Ozama: intervenciones, operativo y reforestación. Este es quizás uno de los frentes más activos este año. En julio de 2025 el Ministerio de Medio Ambiente, junto al SENPA y la Procuraduría Especializada, ejecutó un operativo de desmantelamiento de infraestructuras ilegales, desalojó ocupantes irregulares y paralizó actividades de relleno que violaban la Ley 64-00.
El operativo incluyó el decomiso de materiales, retención de maquinarias y el establecimiento de una franja de protección en el perímetro.
La magnitud de la presión es visible: en un reportaje publicado en RCN de julio 2025, se documentó que camiones descargan caliche y escombros para rellenar lagunas y cañadas, con la intención de “secarlos” y vender terrenos como solares, por sumas que van entre 250,000 y 350,000 pesos.
El ambientalista Luis Carvajal denunció que estos rellenos industriales son parte de una lógica lucrativa de mercado: “se drenan, se rellenan, se parcelan y se venden”, aunque se trate de un parque nacional protegido”.
Ante este panorama, también ha habido acciones propositivas: en abril de 2025, el Senado llevó a cabo una jornada de siembra de más de 2,000 árboles nativos en los Humedales del Ozama, como parte del Plan Nacional de Reforestación y hace pocos días la Dirección General de Ética e Integridad Gubernamental (DIGEIG) sembró más de 100 árboles de especies como caoba hondureña, guama y gri-gri. También estudiantes universitarios de la PUCMM plantaron especies de mara y mangle en los humedales, como ejercicio educativo y de compromiso ambiental.
Tras las lluvias provocadas por la tormenta tropical Melissa, el Ministerio de Medio Ambiente, la Armada Dominicana y la Alcaldía del Distrito Nacional removieron más de 3,500 toneladas de lilas acuáticas y residuos que obstruían el cauce del río Ozama, en una operación de mantenimiento y prevención de riesgos.
En noviembre de 2024, la Alcaldía del Distrito Nacional desarrolló su “Plan de Arbolado”, sembrando 42 árboles nativos Mara en una jornada que busca reforzar el tejido verde urbano y al mismo tiempo, el Programa “Siembra Tu Ciudad” ha plantado más de 14,000 árboles, provenientes de viveros del Ministerio de Medio Ambiente y el Jardín Botánico.
¿Qué está en juego?
Si se consolida una reducción física del Jardín Botánico, aunque mínima en superficie, existe el riesgo de perder valor científico (herbario, viveros), ecológico (especies nativas) y simbólico (patrimonio natural de la ciudad).
Los humedales del Ozama están en lucha constante: el relleno y la venta ilegal de solares amenazan su integridad, y con ello, su función vital como amortiguadores de inundaciones, filtros de agua y refugios de biodiversidad.
La venta ilegal de solares amenaza los humedales del Ozama. (Fuente externa).
Pero también hay signos de esperanza: reforestaciones, operativos de recuperación, participación ciudadana y movilización social.
Los pulmones verdes del Gran Santo Domingo siguen existiendo, aunque en 2025 están bajo tensión: algunos por desarrollo vial, otros por invasiones y presión inmobiliaria. La buena noticia es que hay actores comprometidos que defienden su protección; hay esfuerzos de recuperación; y existe conciencia social de su valor.
No es una situación de “todo perdido”, pero sí exige vigilancia, transparencia, participación ciudadana y voluntad política. Al final, como expresó un activista en la cadena humana de julio: “La Constitución y la Ley 64-00 prohíben cualquier modificación de áreas protegidas. Aunque se trate de unos metros, el precedente es grave”.
Para los ambientalistas, el problema no es solo la cantidad de árboles, sino su gestión. Domingo Abreu Collado ha denunciado que algunas constructoras “se han aprovechado del suelo protegido, provocando contaminación y el desvío de acuíferos subterráneos” en el Cinturón Verde, un corredor ecológico clave para la ciudad.
El reto ciudadano es claro: la recuperación del verde urbano requiere más que obras o siembras aisladas. Implica cultura cívica, vigilancia, participación vecinal y una planificación que ponga en el centro la conexión ecológica y la justicia ambiental.
Como señala el Informe GEO-2024: “solo podremos diseñar nuevas políticas ambientales si aplicamos las leyes con efectividad”.
Santo Domingo se encuentra en una encrucijada. ¿Será capaz de construir una ciudad verde, resiliente, y equitativa? La respuesta dependerá del compromiso institucional, la participación ciudadana y una visión de ciudad que no olvide que el verde no es un lujo, sino un derecho fundamental.

