Las esferas representan todo aquello que buscaban nuestros antepasados durante el invierno: vida, luz, esperanza y prosperidad.
Santo Domingo. – Pocas decoraciones navideñas son tan reconocibles como las bolas o esferas que cuelgan de los árboles: brillantes, de cristal, plástico o metal, forman parte del paisaje festivo en los hogares dominicanos y del mundo. Son la delicia de los más pequeños de la casa y apetecidas por las mascotas, sean perros o gatos.
Pero, ¿de dónde viene esta costumbre? ¿Qué significan realmente esas pequeñas esferas que hoy vemos como simples adornos? La respuesta combina tradición europea, creatividad artesanal y una larga historia que va desde los antiguos pueblos del norte hasta la Alemania del Renacimiento.
Símbolo de vida en invierno
Mucho antes de que existieran los adornos modernos, los pueblos germanos y escandinavos decoraban árboles con manzanas rojas, nueces, frutos secos y pequeñas figuras de madera durante el invierno, como parte de las festividades del Yule, esa celebración pre-cristiana que marcaba el renacimiento del sol tras el solsticio de diciembre.
Las manzanas representaban la vida y la abundancia en una época del año marcada por la oscuridad y la escasez.
Con la llegada del cristianismo, este árbol pagano se transformó en el “árbol del paraíso”, relacionado con el relato bíblico del Edén y las manzanas se mantuvieron como símbolo de renovación y esperanza. Esa es la razón por la que muchas bolas navideñas siguen siendo rojas, pues evocan las primeras decoraciones que se colgaban hace siglos.
Con el tiempo, las esferas adquirieron también un sentido espiritual. Para los cristianos medievales representaban las virtudes cristianas, las bendiciones divinas y la luz de Dios que llega al mundo en Navidad.
El brillo metálico o plateado no era casual: según antiguas creencias populares, los objetos brillantes también servían para ahuyentar malos espíritus y atraer buena fortuna en el nuevo año y de ahí que los árboles se volvieran cada vez más luminosos y ornamentados.
Las bolas modernas: adorno global
La historia cambia de forma definitiva en Lautenberg, un pueblo alemán famoso por sus sopladores de vidrio. Según la tradición local, entre los siglos XVI y XVII, en un año de malas cosechas un artesano llamado Hans Greiner no pudo comprar frutas para decorar el árbol y en su lugar, decidió fabricar pequeñas esferas de vidrio soplado para imitar las manzanas.
Aquel acto creativo marcó el inicio del adorno navideño tal como lo conocemos hoy. Lo que comenzó como una solución casera se convirtió rápidamente en una moda europea. Ya en el siglo XIX, las esferas alemanas se exportaban a Inglaterra y Estados Unidos, donde se volvieron un símbolo indispensable de la Navidad.
Aunque muchas personas ya no conocen su significado original, las bolas del árbol de Navidad siguen representando aquello que buscaban nuestros antepasados durante el invierno: vida, luz, esperanza y prosperidad.
A partir del siglo XX, la producción industrial transformó estas delicadas piezas en adornos accesibles para cualquier hogar. Las esferas comenzaron a fabricarse en vidrio pintado, plástico moldeado,
metal ligero, y materiales irrompibles para uso doméstico.
Hoy existen en todos los colores, tamaños y estilos, pero su raíz sigue siendo la misma: una mezcla de tradición pagana, reinterpretación cristiana y artesanía europea.
En un país caribeño como República Dominicana, donde la Navidad se vive con intensidad, música y familia, esas esferas que cuelgan del árbol no solo adornan: conectan nuestra celebración actual con una historia que comenzó hace más de mil años, cuando las comunidades del norte colgaban frutas y velas en los arboles y encendían hogueras para recordar que, incluso en los días más oscuros del año, la luz siempre vuelve.


