Restaurar el Agua y Luz es reconectar con la memoria cultural dominicana, devolverle al pueblo un espacio que fue suyo y que podría volver a ser escenario de inclusión, arte y reconciliación.
SANTO DOMINGO. – Daniela y su abuela Nelly paseaban por el malecón, a la altura del Centro de los Héroes y, entre doblar calles y enderezar esquinas, fueron a dar frente a una estructura colosal, gris, polvorienta por fuera y por dentro poblada de árboles, como si la esperanza se hubiera sembrado en aquel lugar que alguna vez fue epicentro del arte y la cultura popular de Santo Domingo.
– ¿Y aquí que hay abuela? – preguntó Daniela, con la curiosidad encendida en los ojos.
Nelly se detuvo, como si el tiempo o el recuerdo le hubiera tirado fuerte del brazo.
– Eso, mi amor, es el Teatro Agua y Luz. Aunque ahora parezca un gigante dormido, ahí se escribió parte de nuestra historia. Yo bailé ahí, canté, lloré. Vi a Celia Cruz con su bata de cola, a Raphael con su voz de trueno, y a Johnny Ventura haciendo temblar el piso con su merengue, y el paso del “baile del pingüino. También se presentaron Libertad Lamarque, José Manuel Calderón, Wilfrido Vargas, Fefita la Grande, Fernando Villalona, Los Hermanos Rosario, Charytín… ¡eso se llenaba!
Grandes artistas brillaron en el Teatro Agua y Luz. (Foto: Archivo General de la Nación).
– ¿De verdad? ¿Y cómo era?
– Era mágico. El agua salía de las fuentes como si bailara con la música, y las luces cambiaban de color. Lo diseñó un arquitecto catalán, Carles Buïgas, el mismo de la Fuente Mágica de Montjüic, en Barcelona. Me acuerdo que lo inauguraron en 1955, cuando Trujillo hizo la Feria de la Paz. Quería mostrar que aquí también sabíamos deslumbrar. ¡Y vaya que lo logró! Decían que cabían más de 50 mil personas, aunque siempre me pareció exagerado. Pero sí te digo una cosa, ahí no había noche sin gente.
– ¿Y cómo era por dentro, abuela? – preguntó Daniela, mientras miraba que los árboles crecían donde antes hubo pista de baile.
La obra fue inaugurada en 1955. (Foto:Archivo General de la Nación).
-Ay, mi amor… era como estar en otro mundo. No tenía techo, era todo abierto. Las gradas subían en semicírculo, como si abrazaran la pista. Y en el centro, el agua danzaba. Había canales que rodeaban el escenario, y las fuentes saltaban al ritmo de la música. Las luces cambiaban de color, y la gente aplaudía como si estuviera viendo magia.
– Abuela, ¿tú sabías que este lugar se parece al Coliseo de Roma? -dijo Daniela, señalando la estructura desde la acera de la calle Héroes de Luperón.
Nelly sonrió con ternura.
– Claro que sí, mi amor. Yo siempre decía que era nuestro coliseo caribeño. Un anfiteatro justo entre el mar y el corazón de la ciudad. Mira, allí están el Congreso, la Procuraduría, y allá arriba se veía el viejo Hotel El Embajador. Esto era el centro de todo. La gente venía desde Villa Mella, San Cristóbal, desde el Cibao, solo para ver un espectáculo. Y no era cualquier cosa, los más grandes de la época se presentaron aquí.
Daniela miró hacia adentro y vió que la naturaleza intentaba abrazar lo que los humanos habían abandonado. Cerró los ojos tratando de imaginar a su abuela con un hermoso vestido de tafetán y falda plisada bailando un son que cantaba Celia Cruz.
– ¿Y por qué está así?
– Ay, mi niña… eso es lo que duele. Lo declararon patrimonio nacional en 1988, pero después lo dejaron caer. En 2004 empezaron a reconstruirlo, pero en 2007 se paró todo. Luego vino un lío: una empresa llamada Consultora Astur, vinculada a un hijo de Miguel Vargas Maldonado, lo arrendó por 25 años. La Dirección de Contrataciones Públicas dijo que eso fue ilegal y el Tribunal Superior Administrativo anuló el contrato. Pero en 2024, la Suprema Corte revocó esa decisión y devolvió el caso al tribunal. Mientras tanto, aquí sigue el teatro… sin agua, sin luz, sin música.
– ¿Y nadie lo ha arreglado? Busqué imágenes de satélite y vi todas esas matas, no lo creía ¡y ahora menos!
– Solo promesas y proyectos, mi amor. Pero al parecer la voluntad no alcanza. En abril de 2024, el Diario Libre publicó fotos del interior con filtraciones, estanques verdes, estructuras rotas. Un teatro que fue símbolo de cultura y ahora es todo abandono. Y eso que costó más de dos millones de pesos en su época, una fortuna. Lo que pasa es que el tiempo no perdona, y los gobiernos tampoco.
Ahora da pena, mi niña. La pista está sembrada de árboles, como si la naturaleza quisiera tapar el olvido. Las fuentes están llenas de maleza, las gradas rotas, el concreto agrietado. Lo que antes fue luz, hoy es sombra.
En el 2024, Diario Libre publicó imágenes del abandono.
– ¿Y tú crees que lo vuelvan a abrir? Dicen que la Alcaldía lo va a reconstruir, abuela. Con el proyecto Santo Domingo del Mar y hablan de devolverle su esplendor.
– Yo quisiera creer que sí. El gobierno reconoció su valor como “uno de los escenarios de más prestigio para el arte y el espectáculo nacional.” Ese teatro no es solo cemento. Es memoria. Es donde el pueblo se encontró con el arte. Donde los pobres y los ricos se sentaban juntos a ver a Fefita, a Wilfrido, a Charytín. Donde la política se mezclaba con la poesía. Si lo restauran, no solo recuperamos un espacio: recuperamos parte de lo que somos.
Daniela se quedó mirando en silencio. El sol bajaba detrás del teatro y, por un momento, las sombras parecían jugar con la estructura, cuyo estilo combina elementos del modernismo monumental con influencias mediterráneas.
Pensó en lo que había leído: “El gobierno busca rescatar el espacio como patrimonio cultural moderno, devolviéndole su función como anfiteatro público y revitalizando su entorno.” Pero, aunque eso fue en 2024, hasta la fecha no se han publicado planos, ni cronogramas oficiales. No se ha vuelto a decir nada.
– Entonces voy a escribir sobre él, abuela. Para que no lo olviden.
– Eso, mi niña. Porque el lío sigue ahí, y también la propuesta de reconstrucción, impulsada por actores culturales y autoridades locales que defienden su valor patrimonial y su potencial como espacio de encuentro ciudadano.
Ojalá, mi amor, que lo rescaten. Porque ese teatro no merece el olvido. Merece volver a brillar. Que el agua vuelva a bailar y la luz a cantar. Escribe, que se sepa que aquí, en este rincón del malecón, hubo vida.
– Abuela, entiendo que el abandono del Teatro Agua y Luz responde a una combinación de factores:
• Negligencia institucional: ningún gobierno ha asumido su restauración como prioridad cultural.
• Conflictos legales: la concesión a Astur ha paralizado cualquier intervención pública o privada.
• Símbolo incómodo: algunos sectores rechazan su restauración por asociarlo con la era trujillista.
Restaurarlo no es solo reparar una estructura: es reconectar con la memoria cultural dominicana. Es devolverle al pueblo un espacio que fue suyo, y que podría volver a ser escenario de inclusión, arte y reconciliación. La propuesta de recuperación permanece activa, igual que la litis, mientras sectores culturales y ciudadanos continúan reclamando su restauración.
| Línea de tiempo del Teatro Agua y Luz |
| 1955 Inauguración durante la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre. Diseñado por el arquitecto catalán Carles Buïgas, creador de la Fuente Mágica de Montjuïc. Capacidad estimada: más de 50,000 personas. |
| 1988 Declarado patrimonio nacional por su valor cultural y arquitectónico. |
| 2004 Inicio de obras de reconstrucción bajo gestión estatal. |
| 2007 Paralización de las obras por falta de continuidad institucional. |
| 2020 Concesión por 25 años a la empresa Consultora Astur, vinculada a un hijo de Miguel Vargas Maldonado. |
| 2021–2023 Litigios legales: la Dirección General de Contrataciones Públicas (DGCP) declara ilegal el contrato; el Tribunal Superior Administrativo (TSA) lo anula. |
| Abril 2024 La Suprema Corte de Justicia revoca la anulación y devuelve el caso al TSA para nueva revisión. |
| Abril 2024 Diario Libre publica imágenes del abandono: filtraciones, maleza, estructuras deterioradas. |
| 2024 La Alcaldía del Distrito Nacional anuncia su intención de incluir el teatro en un proyecto de reconstrucción cultural y urbano. El plan busca rescatar el espacio como patrimonio moderno y devolverle su función como anfiteatro público. Y ahí quedó el anuncio. |
| 2025 El teatro sigue en litigio, sin claridad sobre su futuro ni responsables activos de su recuperación. |

