SANTO DOMINGO.- Hoy venimos a revolver la nostalgia de nuestros lectores que eran adolescentes en los años 80 y principios de los 90, que se reunían en bandadas los domingos por la tarde para acudir a una cita con la música y la diversión en la discoteca Neón, del Hotel Hispaniola, en Santo Domingo.
A los más jóvenes les puede sonar extraño lo de ir a una disco por la tarde, pero aquellos matinées eran encuentros masivos, esperados y muy populares entre adolescentes y jóvenes de clase media y media alta que aún no podían entrar legalmente a las discotecas por las noches.
A partir de las 3 de la tarde y hasta las 7 u 8 de la noche, como tarde, había fiesta y el portero “De la Paz” se encargaba de que nadie se colara. Adentro, en la vorágine de luces y espejos, decenas de adolescentes de liceos y colegios de la capital se balanceaban a ritmo de Madonna, Boy George, Michael Jackson, Wham, The Police, Forekner, Cindy Lauper, Laura Branigan, Scorpions, AC-DC, U2, Guns N’ Roses, Bon Jovi, Aerosmith, Air Suplay o Queen y muchos más.
La bebida estrella era el “vaso grande de ponche rojo con hielo”, símbolo icónico del matinée en Neón. Un fruit punch, que algunos se las ingeniaban para transformar en rum punch, pues estaba prohibida la venta de alcohol a los menores. Pero sucedía que algunos terminaban la jornada tambaleándose. Sería por el exceso de azúcar, pues la piña colada, jugos y refrescos dominaban en la barra, en vasos altos adornados con una colorida sombrillita de papel.
Por si se te antoja, aquí te dejo la receta del trago estrella de Neón, el fruit punch, económico, colorido y dulce. Una mezcla explosiva de sabor tropical que era el alma líquida del lugar, con una cereza en el fondo. La alquimia lo transforma al agregar ron blanco a la siguiente mezcla:
Jugo de naranja y piña
Un toque de granadina
Azúcar líquida (opcional)
Un chorrito de zumo de lima o limón
Mucho hielo
Al agregar ron, era un trago que “subía rápido pero bajaba suave”, a decir de los pocos adultos que lo pedían, cédula en mano.
Música, moda y energía
El silencio que se siente al pasar por la acera oeste del hotel Hispaniola, contrasta con el bullicio de las tardes dominicales tras sus puertas. (Fuente externa).
En aquel jolgorio de hormonas, muchachos inquietos y primeros besos, se bailaba como que no había un mañana en una pista donde no cabía un alfiler y se hacía en grupo, en pareja o en solitario. Abundaban los blazers con enormes hombreras, pantalones tubito, tenis blancos, laca en el cabello. Aretes con crucifijos, todas las pulseras posibles y chaquetas de cuero.
Era el tiempo de terminar el bachillerato y un acercamiento al mundo adulto, con permiso parental y la suficiente confianza como para asistir sin supervisión directa. ¿Estás sonriendo? De tus picardías te acuerdas. Como tú, muchos hoy recuerdan su primer beso, su primer baile o su primer “levante” en el matinée del Neón.
Estas actividades han desaparecido del radar cultural, suplantados por otras o la inmersión en redes sociales, juegos electrónicos, fiestas privadas y otro tipo de ocio. Pero en los recuerdos de toda una generación, el matinée dominical de Neón es un capítulo luminoso de una juventud con ritmo propio, inocente y vibrante, donde cada domingo tenía sabor a aventura, a libertad en cuatro horas, hasta que llegaban algunos carros o los taxis de confianza, a recoger a los más afortunados. Otros iban a pie a sus casas, que quedaban cerca.
Neón ya no vibra
El silencio que se siente al pasar por la acera oeste del hotel Hispaniola, contrasta con el bullicio de las tardes dominicales tras sus puertas. Fue durante décadas la meca de la juventud capitalina, un espacio libre de etiquetas que hoy late en el recuerdo de tantos.
Con los años, Neón fue eclipsada por nuevas propuestas, más sofisticadas en marca o estética, y eventualmente se apagó. Fue más que una discoteca: el escenario de primeras salidas, risas estudiantiles, primeros amores fugaces y la sensación de que lo urbano tenía vida propia en la capital. Fueron tardes sin redes sociales, con luces que hablaban por sí solas y ritmos que marcaron generaciones.
Las noches adultas
Si bien el matinée de Neón fue uno de los más populares en el Santo Domingo de los años 80s, por las noches era uno de los espacios más emblemáticos y exclusivos para la diversión adulta de la ciudad, gracias a los miércoles universitarios y los famosos open bar de 20 pesos.
Las crónicas equiparan este lugar al Maunaloa, Embassy y Ommi (hotel Sheraton), Lafuente (Hotel Jaragua), como parte de la memoria colectiva de diversión nocturna, de una población que se hacía adulta al mismo tiempo que buscaba su identidad. Si usted no iba a Neón en los años 80 y 90, no estaba en nada.