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jueves 25 – diciembre 2025
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El día después: chocolate, calentao y galleticas

SANTO DOMINGO. – Es día de Navidad, la noche de anoche fue larga y la casa amanece como a las 10:00 de la mañana, cuando el sol, como si también se hubiera trasnochado, se mete a la fuerza por las cortinas.

El primero en levantarse es el papá, que se va hasta la cocina a cumplir con una tradición que trae desde pequeño: preparar sándwiches fríos con la telera y el pavo o el pollo que quedaron anoche, y hacer un chocolate con leche y especias, con mucha espumita para delicia de los pequeños.

Hablando de ellos, uno a uno y en silencio se van acomodando con su jarrito en la mano y una bolsa de marshmallows para echarle y divertirse mientras se derriten. Despeinados, en pijama, hablando bajito entre sí. Cada uno con los juguetes que les dejó el “Niño Jesús” la noche anterior, porque por esa casa cibaeña, Santa Claus no pasa.

El olor de la carne y el chocolate va despertando a los mayores, que también se sientan con su taza, mientras se desperezan y comienza la algarabía. Con todos ya levantados no hay que disimular las risas.

Juegos, televisión y el calentao

Ya con la barriga contenta, la casa se llenará de movimiento. Luego del desayuno, se trasladarán a la sala, la galería y las habitaciones. Entre juegos de mesa y películas infantiles el mediodía pasará volando, y a las 2:00 de la tarde papá y mamá se irán de nuevo a la cocina.

Usted sabe cómo es: empezarán a sacar los tesoros de la nevera y a poner moldes y calderos en el horno, en la estufa y el microondas. Los chicos buscarán platos desechables, de cartón, porque esa familia se precia de ser ecológica.

La mesa se vestirá otra vez de colores y aromas para un segundo banquete: ensaladas, pierna, moro, pastelones, lasaña… y el almuerzo se convertirá en una nueva celebración tranquila, sin prisas.

Al final, los adolescentes partirán almendras, nueces y avellanas, no sin causar un desastre tirándose algunas. Porque así se hace en las casas de aquí: entre bulla y risas, hasta los desastres son parte de la fiesta.

Shortbread (butter fingers)

Ya en la tarde, a las 5:00, los chicos y las chicas tendrán tanta energía que la mamá los invitará a hacer con ella unas galletas de mantequilla, escocesas, que no llevan levadura ni huevos y son una delicia, además de un tranquilizante para los revoltosos.

Los pequeños se colocarán alrededor de la mesa y la madre les irá pidiendo los ingredientes, que ella habrá colocado en orden:

– 225 g de mantequilla sin sal, a temperatura ambiente

– 110 g de azúcar negra o crema

– 340 g de harina de trigo todo uso

– 1 pizca de sal

– Azúcar para espolvorear

El padre sacará de la nevera un ponche que le habrán regalado esa misma semana y le servirá a la madre, que como no, lo saboreará agradecida, mientras enciende el horno a 160 grados para precalentar.

Entonces empezará el desfile de encargos:

– Al hijo adolescente de 15 años le encomendará que incorpore el azúcar a la mantequilla y con la varilla empiece a batir. “Bate hasta que se vuelva como una crema”, le dirá, con tono de maestra de cocina.

– A la otra adolescente de 17 le tocará pasar por el cedazo la harina con la sal, tarea que ella asumirá con aires de experta.

– Cuando la mezcla esté lista, la madre invitará al pequeño a meter mano en la masa, solo un poco, para que sienta que también es parte del ritual.

– Mientras tanto, el papá se encargará de preparar el molde con papel vegetal y le propondrá a la más pequeña que trace las líneas horizontales y verticales para formar los fingers.

El papá tomará un tenedor para hacer marquitas en la masa, pero la niña insistirá en hacerlo ella misma. Y él la dejará, porque en esa cocina cada gesto es un juego compartido. Los pinchacitos se multiplicarán como si fueran estrellitas en la superficie.

La mamá llevará el molde al horno por unos 35 minutos. Cuando ya los bordes estén doraditos, lo sacará y entonces la mayor le espolvoreará un chin de azúcar por encima, para dejar el molde a un lado que se refresque. Antes de que se enfríe, el padre tomará un cuchillo y, siguiendo las marcas que habían hecho antes, cortará los deditos o fingers.

La cocina y la casa olerán riquísimo. La madre pedirá al de 15 años que ponga una greca, pues con café esas galletas serán el final. Para los pequeños, ella hará una malteada: leche evaporada, hielo, refresco rojo y vainilla. Solo eso, y en ese vaso cabe la gloria.

Cuando le pregunten de dónde salen esas galletas, ella les contará que son originarias de Escocia y que datan de la Edad Media, les explicará que su textura quebradiza se debe a la gran cantidad de mantequilla, que hace que “se deshagan” en la boca y que la forma de “fingers” es una de las presentaciones más tradicionales.  Que al principio eran un simple pan, pero que ahora son una delicia reservada para ocasiones muy especiales.

Con el café y el batido listos, se colocarán las galletas en un platón y entre risas las devorarán, antes de que empiecen los turnos para la ducha.

“¿Y qué vamos a cenar?”, se escuchará decir al más pequeño, mientras agarra un carrito y se pone a jugar debajo del arbolito. Porque en esa casa, la Navidad no es cuestión de un solo día.

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Solangel Valdez
Solangel Valdez
Periodista, fotógrafa y relacionista. Aspirante a escritora, leedora, cocinadora y andariega.
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