Si estás leyendo esto, es probable que la pasión que alguna vez encendió tu corazón se haya opacado bajo el peso de un mercado implacable. Quizá, como me sucedió a mí hace unas semanas, sientas que el agotamiento se ha convertido en un huésped permanente, que las metas se ven como un espejismo y que las ganas de tirar la toalla pesan más que las de seguir adelante.
Esta columna es un abrazo solidario para ti, que has dado lo mejor y ahora sientes que tus fuerzas se agotan.
Mi rol principal es como relacionista de una empresa desarrolladora, pero mi camino me ha llevado a vivir temporadas intensas atendiendo clientes directos y acompañando a otros agentes como tú. Sé de primera mano lo que es trabajar hasta altas horas, lidiar con la incertidumbre y sentir que la presión no da tregua. Conozco el peso de las metas y la frustración de un trato que no se concreta. Por eso te escribo estas líneas: sé que has sacado fuerzas de donde no las tenías para mantenerte de pie y que ahora, tal vez, sientas que ya no puedes más.
La paradoja de ser agente: entre la emoción y el cansancio.
Esta profesión es un torbellino de emociones. Por un lado, somos artífices de sueños, testigos de la alegría de una familia que estrena su hogar o constructores de patrimonio. Esa es la cara luminosa, la que nos impulsa a levantarnos cada mañana.
Pero la otra cara es más áspera: una montaña rusa de desafíos, la feroz competencia, clientes indecisos, un mercado en constante cambio y la incertidumbre de los ingresos.
No es de extrañar que este entorno nos lleve al límite, generando estrés crónico, ansiedad o incluso el temido burnout. Es fundamental entender que este cansancio no es un signo de debilidad, sino una respuesta humana a una profesión que exige más de lo que muchas veces reconocemos. Y aceptar que somos vulnerables es el primer paso para reencontrar nuestro centro.
Redescubriendo tu equilibrio
No todo es caos. Hay formas de retomar el control y evitar que el trabajo consuma por completo tu vida. Y no, no se trata de frases motivacionales vacías, sino de decisiones concretas:
Ponte límites sanos: Define horarios realistas y respétalos. Permítete desconectar. Una desintoxicación digital diaria, aunque sea de 15 minutos, puede darte la claridad que necesitas para resolver problemas sin la presión constante de la pantalla.
Prioriza tu bienestar: Tu cuerpo y tu mente son el motor de tu negocio. El ejercicio, la buena alimentación y un sueño reparador no son lujos, son requisitos básicos. Si tu tanque está vacío, no puedes esperar dar lo mejor de ti.
Regresa a tu propósito: En los días más oscuros, la clave no siempre es trabajar más, sino recordar por qué comenzaste. ¿Qué te trajo hasta aquí? ¿El deseo de ayudar? ¿De construir comunidad? ¿De ver la felicidad en los ojos de tus clientes? Esa chispa inicial es tu faro en medio de la tormenta.
Un abrazo de aliento, quiero terminar compartiéndote algunos versos de uno de mis poemas favoritos, No te rindas, de Mario Benedetti:
“No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda
y se calle el viento,
aún hay fuego en tu esencia,
aún hay vida en tus sueños.”
Estos versos me recuerdan la resistencia del espíritu humano: esa fuerza que nos impulsa a levantarnos incluso cuando todo parece perdido. Un recordatorio de que, a pesar de los desafíos externos, la llama de tu propósito sigue viva.
Que estas palabras te encuentren donde estés y te ayuden a aferrarte a la convicción de que aún hay sueños por cumplir. No te rindas.
El contenido de este artículo es responsabilidad exclusiva de su autora.