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Cine Triple: luces, risas y recuerdos en el Malecón

Su arquitectura era pragmática, moderna y elegante, con un enfoque centrado en la experiencia colectiva del cine y en la funcionalidad urbana, más que en la ornamentación.

SANTO DOMINGO. – Había algo mágico en las tardes de Malecón de inicio de los años 70. Era el lugar de los paseos dominicales familiares, después de comida. Al atardecer, el sol se deslizaba lentamente sobre las aguas del Caribe, tiñendo de naranja las palmas reales y se dibujaba una silueta luminosa en los bancos de concreto.

El 5 de agosto de 1971 la ciudad de Santo Domingo celebraba los 473 años de su fundación, en recuerdo de 1498, cuando fue establecida como villa o ciudad por los colonizadores españoles. Ese día, que era jueves, también abrió sus puertas el cine Triple, primero en ofrecer multisalas en el país y estaba en el malecón.

Aunque era día de semana, los asistentes fueron muchos y vistieron lindas galas. Afuera había tres colas en la taquilla y los grupos familiares y de amigos aprendían sobre la marcha a seleccionar un mismo título.

En las tres salas ese día se proyectaron Tora, Tora, Tora; Las Aventuras de los Pequeños Fugitivos; y La Amenaza de Andrómeda. Cada proyección fue como un portal que llevó a los espectadores más allá de sus calles, sus trabajos, sus rutinas. El cine a partir de entonces no solo tenía pantallas, sino sueños que cruzaban al final de la tanda a disfrutar la espuma de las olas.

Su arquitectura era pragmática, moderna y elegante, con un enfoque centrado en la experiencia colectiva del cine y en la funcionalidad urbana, más que en la ornamentación. Era un edificio que “respiraba urbanismo citadino” y se convertía en hito cultural de Santo Domingo, dejando huella tanto por su innovación como por el estilo sobrio y eficiente de sus espacios.

Aunque no contaba con sonido surround, la experiencia auditiva era parte de su magia. Las películas se escuchaban con claridad desde cualquier butaca gracias a un sistema de amplificación moderno para la época y a altavoces estratégicamente colocados en cada sala.

Punto de encuentro

El Cine Triple no era solo para ver películas; era un refugio para la juventud, un punto de encuentro para los que tenían risas, secretos y anhelos guardados. El lugar de las citas clandestinas de los primeros amores.

Después de los matinées, esas tandas dominicales a las 3:00 de la tarde,  los niños salían preñados de historias de aventuras, inocencia, fantasía, todavía saboreando las palomitas de maíz.

Más adelante, en los 80, se impondría la tanda llamada “bermouth”, en las mañanas de domingo, cuando cientos de adolescentes invadían sus salas para ver casi siempre una película “de chistes”, entre ellas “Colegio de animales”, “Y dónde está el piloto”, “Supermán” o “La Guerra de las galaxias”, que fueron de los títulos más populares entre los adolescentes ochenteros.

Eran funciones especiales y con mucho encanto, organizadas por colegios y liceos. ¿Quién no recuerda haber ido con los compañeros de escuela, con triangulitos en los bolsillos para echar al vaso de refresco rojo, coleccionando cada risa fácil, cada aplauso al final, para recaudar fondos para su graduación de bachillerato?  Así la sala vibraba, todos unidos, riendo, soñando.
Las salas tenían tamaños imponentes: dos de unas 700 butacas, otra de unas 524. El cine estaba lleno muchas veces hasta las escalinatas y los precios eran como para reir ahora: un adulto en tanda corrida entre semana pagaba apenas RD$1.25, los niños RD$0.75. Bastante accesible, si pensamos en lo que significa hoy.
Esa combinación, el mar cerca, el fresco de la brisa, los crujidos de las butacas, las risas de jóvenes, la ilusión de la promoción del liceo, convirtió al Cine Triple en más que un edificio. Fue parte del corazón de quienes crecieron con esas vivencias.

De mano en mano

Ubicado en la Avenida George Washington (Malecón) de Santo Domingo, en un lateral del antiguo Conservatorio Nacional de Música (Hoy ocupado por el Ministerio de Cultura) fue creado por una sociedad entre el empresario dominicano Marcos Gómez y la firma estadounidense Wometco Enterprises, que operaba cadenas de cines en Florida y Puerto Rico. La combinación de los nombres dio origen a Gometco Dominicana, la empresa propietaria del cine.
En el 1986, Cinedom, S.A. e Inversiones Cinematográficas adquirieron a Gometco Dominicana, incluyendo los cines Naco, Triple, Doble y Plaza, consolidando así la propiedad de estas salas.
Luego, en 2003, el empresario Manuel Corripio, del Grupo Corripio, se asoció con las hermanas Margarita e Isabel Turull-Mayol para la administración de la cadena Palacio del Cine, que absorbió las operaciones de las antiguas salas de cine que incluían el Triple.
Por lo tanto, el Cine Triple pasó por varias etapas de propiedad: desde su inauguración por Gometco Dominicana, su adquisición por Cinedom en 1986, hasta su integración en Palacio del Cine en 2003.

Vivo en la nostalgia

Hoy ya no existe. Ya no alumbra sus carteles frente al mar, pero quienes lo vivieron lo guardan intacto en la memoria. Queda solo la nostalgia en quienes lo conocieron. Y al cerrar los ojos, uno aún puede oír el sonido seco de la cinta cuando se enrollaba, ver el brillo en los ojos de los que esperaban la proyección, sentir el murmullo colectivo cuando se apagaba la luz dentro de la sala.

Las discusiones familiares sobre qué película ver o el serrucho entre amigos para comprar las palomitas, el refresco y a ver si alcanzaba para un chocolate.

Allí, donde las olas golpeaban con rumor de fondo, Santo Domingo aprendió a mirar el cine como un ritual compartido: la risa de los matinées, el estruendoso murmullo de la chiquillada en la tanda bermouth, soñando con su graduación.
Quizás las salas se apagaron, pero en la memoria de la ciudad las luces de su marquesina siguen encendidas. Porque hay lugares que se quedan con nosotros no por sus muros, sino por la emoción que encendieron en nuestras vidas.

Aquel fue durante muchos años  un ambiente único donde cada función era un pequeño ritual compartido. Allí, frente al Malecón y bajo la luz del Caribe, se aprendía a vivir el cine como un momento colectivo, íntimo y memorable.

Solangel Valdez
Solangel Valdez
Periodista, fotógrafa y relacionista. Aspirante a escritora, leedora, cocinadora y andariega.
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