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Playas, montaña, puerto, caña, larimar, café: ¿Y el gran turismo en Barahona pa’ cuándo?

Agreste a veces, viva siempre, su historia turística ha sido lenta, marcada por intentos pioneros, proyectos truncos y una naturaleza que impone respeto.

Si hay un destino en República Dominicana que lo tiene casi todo, es Barahona: un aeropuerto que languidece sin recibir los aviones prometidos desde Europa, playas de piedras pulidas y arenas grises como San Rafael, El Quemaíto y el río más breve del país, Los Patos, que baja desde la montaña a encontrarse con el mar.

Barahona se desparrama en su gente cálida y amable, en la Sierra de Bahoruco que ofrece senderismo y avistamiento de aves, y en sus cafetales se produce uno de los mejores cafés del país. Reservas naturales con pinares y niebla, la joya del larimar, aguas termales, tradición cañera y lagunas completan el paisaje, junto a la memoria viva de María Montés, la “Reina del Technicolor”.

Uno de los paisajes más impresionantes se encuentra en la carretera de Paraíso, donde las montañas besan el mar turquesa, generando un contraste de postal. También hay misterios: el Hoyo de Pelempito, con más de 700 metros de profundidad y microclima único, el Polo Magnético, donde los vehículos parecen desafiar la gravedad y la leyenda de la Cigüapa. Todo combina ciencia, magia y turismo en Barahona, agreste a veces, viva siempre.

Aeropuerto sin aviones

Aeropuerto Internacional María Montez.  (IDAC).

En 1959 abrió el Hotel Guarocuya, parte de una estrategia estatal para promover el turismo. Surgieron también alojamientos familiares y pensiones. En los años 90, el resort Hotel Riviera de la cadena Occidental marcó época, cerró en 1999 y desde 2004 funciona como Hotel Costa Larimar. Casa Bonita, primer lodge en la montaña, abrió camino al turismo de naturaleza y aventura, entre cafetales y vistas al mar.

El Clúster Turístico de Barahona articula esfuerzos de hoteleros, guías, artesanos y autoridades para lograr un turismo con desarrollo sostenible.

El Aeropuerto Internacional María Montés costó 30 millones de dólares y se inauguró el 27 de abril de 1996, pero nunca logró rutas regulares. En 2011 se invirtieron RD$30 millones para restaurar la pista y en 2020 se anunciaron US$200 millones para un centro de mantenimiento aeronáutico para Boeing. Hoy funciona solo con vuelos privados y charter.

En marzo de 2024, Luis José Chávez, director de comunicaciones del Instituto Dominicano de Aviación Civil (IDAC) anunció que se transformaría en un complejo aeronáutico, lo que Polibio Schiffino, de Casa Bonita, celebró de manera pública y dijo que “contribuirá al desarrollo turístico de la zona”. Más de un año después, nada ha pasado.

Dos periodistas, Tomás Aquino Méndez y Benny Rodríguez, han denunciado el abandono histórico del sur. Rodríguez insiste en que el aeropuerto es un “elefante blanco” cuya operación beneficiaría a ocho provincias y equilibraría el desarrollo con Pedernales. “Hasta allá es menos de una hora y los turistas tendrían esas vistas maravillosas, los miradores, amén de los empleos que se crearían, sólo en transporte terrestre”, dice el periodista, oriundo de Barahona.

Aquino Méndez alerta sobre la orfandad política de la Región Enriquillo y la falta de defensa de senadores y diputados. Ambos coinciden: sin voluntad real, Barahona seguirá fuera de la ruta del gran turismo.

Historia de piratas

La historia de Barahona se mezcla con la piratería real en el Caribe del siglo XVII, cuando piratas franceses e ingleses, incluido Roberto Cofresí, usaron la zona como refugio y tomaban madera preciosa, ayudados por leñadores de la zona que hicieron sus ranchos en la playa y así nació la ciudad en 1655, según el historiador local José A. Robert.

Aunque vibrante, Barahona no es un territorio de postal fácil, sino lleno de vida, mitos e historia, que esperan al viajero que busca lo distinto. Un destino que crece al ritmo que le permiten y deja el sur dominicano en la memoria y la piel.

Publicado originalmente en la edición #12 de El Inmobiliario impreso.

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Solangel Valdez
Solangel Valdez
Periodista, fotógrafa y relacionista. Aspirante a escritora, leedora, cocinadora y andariega.
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