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Brenda descubre la brecha entre los renders de la promoción y la obra en construcción

Cuando la realidad del proyecto no se parece a la promesa digital.

SANTO DOMINGO. – Brenda Rodríguez, nuestra dominicana que vive en New Jersey, lleva semanas mirando anuncios y propuestas de proyectos residenciales en República Dominicana. Le encanta lo que ve: torres modernas, jardines impecables, piscina de bordes infinitos y apartamentos que parecen sacados de una revista.

Hace tres semanas una desarrolladora le envió un render (proyección digital del proyecto, casi siempre en 3D) espectacular. “Mira qué belleza, Mecho”, le escribe emocionada por WhatsApp a su familiar de más confianza en el país.

En la imagen, el edificio luce elegante, impecable, el cielo azul sin una nube y hasta las matas parecen de catálogo. “Creo que este es”, pensó ilusionada, pero antes de siquiera pedir más información o negociar, le pidió a su prima que visitara el proyecto en persona y le enviara fotos y videos.

El desencanto

Ayer la prima Mecho cumplió la petición de Brenda y le envió las imágenes con una nota de voz:

-“Mira, mija… esto no se parece a lo que te mandaron, ¡para nada!. ¿Ellos te dijeron que estaba terminado? Aquí no hay ni hoyo para piscina, el parqueo está lleno de materiales y el apartamento modelo no tiene esas terminaciones que te enseñaron. Las ventanas son distintas, los gabinetes son de pino, las cornisas parecen de las que anuncian los chinos y la cerámica parece de baño. ¡Tú sabrás, pero yo que tú ni pregunto precio!”

Boquiabierta, Brenda escuchó el mensaje dos veces y no lo podía creer.

El edificio existe, sí, pero no es el que le prometieron en las imágenes. En los renders todo parecía espacioso, fino, luminoso, con mucho verde. En la obra, el terreno es más pequeño, las calles aledañas están sin asfaltar y los acabados no son los que se anunciaron.

Ese día, Brenda aprendió una de las lecciones más valiosas del mercado inmobiliario dominicano: un render no es la realidad, es una versión idealizada.

El truco

Esas imágenes digitales que muestran cómo “será” un proyecto, son una herramienta legítima de venta, pero también se pueden manipular para exagerar u omitir detalles importantes.

Algunos desarrolladores cambian el diseño en el camino, ajustan materiales o incluso reducen áreas comunes para abaratar costos y muchos compradores, especialmente los que viven en el exterior, no lo descubren hasta que ya han firmado o pagado parte del valor inicial o de separación.

A Brenda y cualquier persona que esté a distancia, le proponemos las siguiente sugerencias, para contribuir con su tranquilidad y orientarles a una compra segura:

1. Nunca compres solo por lo que ves en el render.

Ese material que te envía la empresa inmobiliaria o el desarrollador, es una proyección artística. No representa con precisión el tamaño, materiales ni el entorno real.

Pide siempre los planos aprobados, memoria descriptiva y materiales especificados en contrato.

2. Solicita fotos reales y videos actualizados.

Si no puedes visitar, pide que alguien grabe el terreno, las vías de acceso y perimetrales, así como el progreso de la obra. Nada sustituye una imagen sin filtro.

3. Verifica que el render coincida con los planos aprobados.

Algunas empresas publican estas imágenes de proyectos que luego son modificados. Consulta en la Dirección de Planeamiento Urbano o con el ayuntamiento si los planos aprobados coinciden con lo que se te ofrecen.

4. Exige detalles en el contrato.

Todo lo prometido -acabados, metrajes, áreas sociales- debe estar por escrito. Si el contrato no especifica materiales o calidades, la empresa puede cambiarlos sin que implique incumplimiento.

5. Desconfía de renders que no muestren el entorno.

Muchos renders muestran el edificio flotando, sin calles ni construcciones vecinas.

Eso puede ocultar realidades como terrenos baldíos, cañadas o fábricas cercanas.

6. Pide referencias.

Pregunta, verifica, busca referencias de proyectos anteriores del mismo desarrollador. Si hay quejas o retrasos, tómalo en cuenta.

7. Consulta con un arquitecto o ingeniero local.

Con un simple vistazo a los planos y fotos, un profesional puede decirte si lo que ves en el render es estructuralmente posible o si hay “magia digital” de por medio.

La lección de Brenda

Brenda casi firma, pero se salvó gracias a su intuición y a una prima que le dijo la verdad sin adornos. Hoy, más cauta, sigue buscando, pero con nuevos criterios:

“Ya aprendí que un render puede enamorar, pero también engañar. Ahora quiero ver fotos de verdad, y si puedo, oler el cemento.”

También ya sabe cómo detectar un render engañoso: Cielos demasiado perfectos, ausencia de sombras. Vegetación que no corresponde al clima local. Proporciones poco realistas entre edificios y personas. Fachadas reflejadas como si fueran vidrio total, sin estructura visible. Iluminación artificial en exteriores. Ausencia total del entorno real: calles, colindancias, cableado, vendedores ambulantes, tráfico o simplemente niños jugando o personas caminando.

A Brenda le quedó dando vueltas algo más que la decepción. Pensó en la cantidad de personas que, como ella, confían en lo que ven en una imagen, y en lo fácil que resulta ilusionar a alguien con una proyección digital que no se parece a lo que realmente se está construyendo.

Detrás de eso hay un dilema ético: cuando se vende una idea maquillada, se juega con la esperanza y el ahorro de la gente. No se trata solo de una exageración publicitaria, sino de una falta de respeto al comprador, que merece información real, no una versión retocada de la verdad.

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Solangel Valdez
Solangel Valdez
Periodista, fotógrafa y relacionista. Aspirante a escritora, leedora, cocinadora y andariega.
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